Capítulo 8 - Cambiando de aires

451 37 3
                                    

Aire. Un aire que nunca he respirado, que nunca me ha golpeado en la cara, que nunca he saboreado, está entrando por todos los recovecos de mis no acostumbrados pulmones. Es una sensación tan nueva y fantástica. No puedo evitar sonreír como un tonto por ello.

Huele bien. Huele a libertad. Huele a cosas preciosas y extraordinarias. Bueno, a eso y a otras tantas cosas más que no puedo definir en este momento pues no las reconozco. Todo está oscuro y solo hay un foco de luz que baña toda la superficie visible para mi, en este momento. Es de color blanco. Un blanco precioso.

Es la luna, mucho más hermosa que en las miles de fotos que he estudiado en todos mis años de escolarización. A simple vista parece una bola blanca, entera sin más, pero si me fijo mejor, puedo ver unas especies de manchas en ella, haciéndola aun más perfecta. Además, hay millones de puntos esparcidos por el resto del cielo como si fueran ojos de diferentes colores y tamaños observándome como les sonrío tontamente. Todas estas cosas que estoy definiendo se reflejan perfectamente en el agua, haciendo que sus miradas me observen desde ambos lados, se duplican ¿Qué pensaran de mi? Tengo curiosidad.

-Qué te parece-dice Nadir, aun a mi lado. En su cara una sonrisa lucha por apagar su frialdad. Se podría decir que varios sentimientos se están acumulando en su interior y no sabe cual de ellos quiere mostrar. Aun así, la sonrisa que ahoga hace que la mía se ensanche aun más. Tengo que aumentar mi autocontrol hacia ella, cachís.

-No tengo palabras para describir lo que siento-digo y una brisa encantadora mece mis mojados pelos y enfría aun más mi cara- Creo que puedo acostumbrarme a esto- y es totalmente cierto. Un nuevo mundo se abre ante mi esperando que lo inspeccione y lo ame con locura.

Estamos rodeados completamente por agua, mas al menos encima nuestra no hay rastro de ella. Puedo dar gracias al Creador por ello. Una extensa superficie irregular se extiende por todo nuestro alrededor, aunque homogénea. Estamos solos a la deriva. No se a cuanta distancia estamos de la tierra más cercana, pero según puedo ver -aunque siendo de noche, esa labor me la dificulta- a 5 km a la redonda no hay nada. Pero miremos el lado positivo, ya no estoy confinado en una cárcel acuática con un sistema de gobierno que brilla por su incompetencia y envidia. Por fin me he quitado esos grilletes que decían a gritos lo tonto y cegado que estaba por la buena vida. No he perdido nada y he ganado mucho, como me he repetido tantas veces poco tiempo atrás. No podría haber salido mejor.

Y espero que esta vez nadie quiera/pueda quitarme nada.

Empezamos a nadar hacia quien sabe donde. No quiero pensar en ello, no quiero saber qué es lo que me espera ahora que estoy fuera. Yo solo me dedico a seguir a Nadir -aunque más que seguir es dejarme ser arrastrado por él-. Ahora él sabe más que yo.

Tantos años de estudio para luego no saber qué hacer una vez que subes arriba. Es triste, ¿no? Aunque bueno, él lleva guiándome desde casi cuando nos conocimos, aun sin estar en su terreno. Solo ha habido un momento en el que he llevado yo las riendas. Nadir infinito - Yo 1.

A medida que vamos avanzando el agua me parece que está más caliente y que el oleaje cambia por completo. En realidad si no fuera por la ayuda que me brinda Nadir, ya estaría más que ahogado. A veces fuertes olas nos hacen zambullirnos dentro del agua, mas conseguimos salir sin muchos problemas.

Poco a poco, y para mi emoción, frente nosotros se van dibujando unas luces. Gente nueva. Edificios se alzan ante mi mientras me llaman con la brisa que viene hacia nosotros. Mi corazón empieza a latir curioso de saber qué personas hay ahí. Que nuevas cosas voy a conocer y cuanto va a cambiar mi vida después del enorme paso que he dado.

Pero Nadir me para a pocos metros, de lo que supongo que es la orilla, para conversar conmigo. Para mi fortuna, doy pie en el fondo arenoso por lo que ya no me tengo que apoyar en él. El agua me llega más o menos por los hombros y a Nadir por el pecho.

Buscándote en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora