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La siguiente hora la pasamos así, Mariana jugando sentada encima de mis piernas, mientras yo solo me limitaba a darle alguna que otra pista o soltar algún comentario mientras no dejaba de abrazar su cintura. Por alguna extraña razón, mis piernas no estaban entumicidas, y sinceramente, estaba bastante cómoda.

Sinceramente, amo este tipo de días, estar así sin necesidad de alguna insinuación, comentario subido de tono o provocación por parte de Mariana. Simplemente estar cómodas y tranquilas si alguna tensión sexual de por medio.

Finalmente, dejó el control a un lado — Creo que es suficiente por hoy — dijo.

No contesté. Ninguna de las dos se movió, mi mentón seguía apoyado en su hombro. Ella me miró.

Volteé hasta que nuestras miradas se conectaron — ¿Que? — formulé. Ella rió levemente.

— ¿No piensas soltarme? — cuestionó burlonamente. Abrí los ojos al notar que no había aflojado ni un poco mi agarre. Aunque opté por no moverme.

— No, me gusta estar así — dije en un tono neutral. Miré su rostro y logré ver como sus mejillas estaban... ¿Rojas? ¿Mariana se sonrojó? Necesitaré utilizar después algunos lentes.

Optó por ponerse más cómoda, volviendo a echarse hacia atrás para apoyar su nuca en mi hombro. Logré sentir como giró su cabeza y, unos segundos después, sentí como un beso era plantado en mi nuca. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal a pesar de que era apenas un toque.

Ella se levantó, zafándose de mi agarre, y se volteó hacia mi. Me miró por unos segundos en silencio. Sin previo aviso, se sentó encima de mi, sus rodillas a cada lado de mis caderas. Oh, no. Sabía que esto ya había durado mucho tiempo en paz.

Posó sus manos en mis hombros y me sonrió. Yo solo la miré inexpresiva esperando a que se quitara de encima. Cosa que no hizo, pero lo que sí hizo fue iniciar un lento vaivén con sus caderas. Rosando su centro contra mi miembro. Tomé sus caderas rápidamente, deteniéndola. Es increíble como puede subir de tono de un momento a otro.

— Vamos a hacer una cosa, Mariana — hablé. Tenía un plan para tener la que seguramente sería la mejor semana de mi vida. Ella me miró confundida.

— ¿Qué cosa? 

— Voy a ir a la fiesta de Daniel. Pero, tienes que dejarme de provocar durante toda esta semana — ella hizo un puchero.

— ¿Estás bromeando? — negué —. Eres una idiota. No quiero hacerlo — soltó.

— Entonces no iré a ninguna fiesta — dije con una sonrisa de satisfacción. Ella frunció su ceño.

— ¡Fernanda! — soltó en queja. Me encogí de hombros. Ella bufó —. Está bien. Pero a partir de mañana, ¿Si? — alce una ceja pero terminé asintiendo. Ella sonrió y volvió a comenzar el vaivén en sus caderas con fuerza para zafarse de mi agarre.

— Mariana, detente — su sonrisa seguía tatuada en su rostro. Sentí como detuvo el movimiento y sus manos sostuvieron los costados de mi rostro.

Se acercó peligrosamente a mi — Fer, te gustó el beso de esta mañana, ¿No es así? — formuló con su tono provocador, peligrosamente cerca de sus labios —. Puedes decirme la verdad.

Mi mirada se desvió a sus carnosos labios, joder, si que me encantaría probarlos de nuevo. Pero no quería darle el gusto de saberlo.

— No — mentí y al parecer ella notó que no era verdad, ya que una sonrisa cínica adornó su rostro.

— Haré como que te creo — se acercó aún más a mi rostro, su respiración estaba tocando mis labios —. Y como 'te creo' voy a hacer que te guste. Además, así aprovecharé el último  día para provocarte — habló sin quitar la sonrisa.

Mierda, estaba hipnotizada por su voz, cosa que nunca me había pasado. Tal fue ese control ejercido en mi, que hizo que no protestara ante sus palabras. E incluso que no me rehusara a ella cuando nuestros labios estaban prácticamente rozándose.

Finalmente, sus labios se juntaron con los míos. Un beso lento y sensual. Sabiendo las burlas que recibiré de su parte, correspondí el delicioso beso, moviendo mis labios contra los suyos.

Tomó aún mejor mi rostro para acercarme más a ella y así profundizar el beso. Mierda, es demasiado buena en esto.

Mis manos en su cadera, completamente en contra de mi voluntad, acercaron más a Mariana a mi. Esta respondió reiniciando el vaivén en sus caderas. Mierda, esto se está saliendo de control.

Sentí como la lengua de Mariana pasó deliciosamente por mi labio inferior para pedir permiso. Respondí introduciendo la mía en su boca, sacándole un jadeo retenido por la sorpresa.

Mi lengua empezó a moverse por toda su boca, saboreando cada rincón de esta. Joder, es demasiado deliciosa. Entre mis exploraciones me encontré con su lengua y no tardamos en crear una pequeña guerra por saber quien se llevaría el control total de esto.

Un cosquilleo se hizo presente en mi vientre bajo anunciando mi erección al sentir el aumento de velocidad en las caderas de Mariana.

Tras unos segundos más recorriendo nuestras bocas, la falta de aire ya era notoria, haciendo que ambas nos separemos.

De un momento a otro, la cabeza de Mariana se escondió en el espació que separa mi mentón de mis hombros y empezó a dejar besos húmedos por ahí.

— Mariana... — dije en un suspiro al sentir como mi cordura regresaba a mi. Ella detuvo todas sus acciones y me miró —. No, no podemos...

— Dios, ¿Por qué eres tan terca con esto? — cuestionó con el ceño fruncido.

— Esto solo es un juego para ti, Mariana. No podemos hacer esto. Después será incomodo — hablé. Ella me dió una mirada que no expresaba nada de como se sentía. No sabía si está molesta, aliviada, ofendida, simplemente no demostraba nada.

— Está bien — dijo sin mirarme —. Deshazte de tu problema sola — habló levantándose de encima de mi para irse y el dolor en aquella zona, me hizo caer en cuenta de lo que hablaba.

...

Pasamos de tener el día más cómodo entre nosotras a no dirigirnos casi la palabra en lo poco que quedaba de la tarde y en la noche.

Estábamos ambas en la cama, de espaldas la una a la otra.

El beso me encantó, en eso no puedo mentir. Aunque la reacción de Mariana luego de aquello no fue algo que me esperaba, hoy actuaba extraño, no se que le pasa, pero me gustaría saberlo. Se supone que si somos compañeras debemos de tener confianza, ¿No?

De verdad la curiosidad por saber qué pasa por su mente me carcomía. Pero prefiero no presionarla, al fin y al cabo, no soy la persona de mayor confianza para ella.

Aún así, me volteé hacia ella, encontrándome con su espalda. Hoy fue una buena tarde y no quiero que esa linda comodidad se desperdicie por alguna estupidez.

Mariana no está dormida, eso lo sé. Tomé su cintura y le hice ponerse boca arriba. Me dio una mirada de queja.

— ¿Qué haces? — preguntó calmada.

— Ven aquí, idiota — dije acercándome a ella. Mariana captó y se acurrucó en mi pecho, justo lo que esperaba.

Su brazo rodeó mi torso mientras ocultaba su rostro en mi pecho, acomodándose para dormir ahí. Yo rodeé su cintura con mis brazos, acercándola más a mi.

Apoyé mi mentón en su cabeza. Su algo agitada respiración en mi pecho me hace saber que no está dormida.

Por un impulso fuera de mi control, planté un beso en su cabeza y la acurruqué más contra mi. Ella apretó más su agarre y, luego de unos minutos en un cómodo silencio, ambas quedamos dormidas.

...

ROMMATE ( COMPAÑERA DE CUARTO) |Fercha y Mariana G!P[...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora