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— Tienes que ir a la izquierda, hablar con el general y luego viene la oleada que tienes que matar — expliqué.

— ¡Pero ese tonto general no ayuda! ¡Ni mis compañeros! Es la tercera vez que repito esto, ¡Y ellos no hacen nada! — se quejó con el ceño fruncido apuntando a la pantalla donde se encontraban los personajes quietos, esperando alguna interacción de parte del jugador y removiéndose sobre mi.

— Quédate quieta — le reprendí apretando mi agarre en su cintura, indicándole que se dejara de mover. Ella bufó —. Es el punto del juego, de lo contrario solo te sentarías ahí a ver como se matan entre todos sin hacer absolutamente nada, Mariana.

— Aún así-... — el sonido de la puerta interrumpe el reclamo de mi mayor, quien hizo un puchero —. ¿Quién es?

Miré rápidamente hacia uno de los relojes de pared, viendo que ya faltaban treinta minutos para el mediodía. Volví a apoyar mi mentón en el hombro de Mariana con desinterés.

— Sigue, son Leslie y Ana — dije.

— ¿No les abriremos?

— Hoy solo quiero estar contigo — solté. Ella se quedó mirándome. Apoyé mi mejilla en su hombro, recostando el costado de mi cabeza en este para mirarla —. ¿Qué? — formulé al ver la profunda mirada que me daba. Los toques en la puerta se hicieron más insistentes, pero me había perdido en la mirada de Mariana.

— ¿Puedo besarte? — cuestionó apenas en un susurro. Asentí lentamente. Debería de dejar de hacer esto, estoy haciendo todo lo contrario a lo que quiero lograr, que es detener todo esto.

Pero, un último beso no está mal, ¿No?

Junto suavemente sus labios con los míos, de una manera delicada y hasta tímida. Me gustaba el rumbo, por lo que no hice nada, solo correspondí el beso tomando la parte trasera de su cabeza con mi mano para acercarla más a mi, siguiendo con el mismo ritmo, pero en un tacto más profundo.

Me acerqué más a ella, Mariana no se quedó atrás e hizo lo mismo, profundizando más el beso.

No hubieron lenguas por ningún lado, solo era una hermosa danza entre nuestros labios. Sus carnosos labios moviéndose sobre los míos, se sentía verdaderamente bien.

Es diferente, no es excitante, ni tampoco candente, ni tan profundo, pero siento que es de los mejores besos que he dado.

No me quería separar de sus labios, pero el no poder respirar con total libertad, hace que ambas nos separemos lentamente, mirándonos a los ojos.

Los golpes en la puerta se hicieron más insistentes — ¡Maldita sea! ¡Pacheco, Hinojosa! ¡Dejen de follar y abrán la jodida puerta ya! — escuché a Ana gritar desde el otro lado. Aún así, seguí perdida en los ojos cafes claros de Mariana.

Ambas sonreímos nerviosas, sin saber como reaccionar y mirando a los lados, ignorando los insultos y amenazas de nuestra amiga pelinegra.

Las ganas de volverla a besar estaban ahí, pero necesitaba controlarme.

— ¿Y si-...

— ¿...Me vuelves a besar? — habló como si hubiera completando mi pregunta con lo que quería decir, sonreí pero mi autocontrol se apoderó de mi, haciendo que me enderece, quitando mi cabeza de su hombro y haciendo que ella me diera una mirada confundida por encima de este.

— No puedo — dije en voz baja.

Ella frunció sus cejas, pero no en enojo — ¿Q-Que? ¿N-No... te gustó? — dijo apenas en un susurro.

— No, no, no, Marianita. Todo lo contrario — dije rápidamente dándole una cálida sonrisa. Ella seguía dándome la misma mirada.

— Entonces... ¿Por qué no? — cuestionó con ese tono bajo aún.

ROMMATE ( COMPAÑERA DE CUARTO) |Fercha y Mariana G!P[...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora