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— ¡Ah! Dios... sigue — gimió enredando más sus manos en mi cabello como único punto de soporte y apretando más mi cintura con sus piernas —. Fer...

Junté mis labios con los suyos, penetrandola con mayor fuerza, haciendo que en poco tiempo consiga su punto débil, sacándole un gemido ahogado mientras un espasmo se hacía presente en ella. Me separé de sus labios para poder gemir.

— Ma-Mariana....joder... — jadeé al sentir como sus paredes apretaban con fuerza mi miembro y sintiendo como faltaba poco para entrar a mi orgasmo. Tan húmeda y caliente... joder.

— Oh por Dios... ¡Ah! ¡Fer y! — un par de golpes más en su punto débil y Mariana finalmente se corrió.

Tras un par de estocadas más, no pude aguantar más, me vine, liberándome dentro del condón y quedando ambas inmóviles con respiraciones agitadas y el calor entre nosotras.

Tras unos minutos de recuperación, salí de ella para quitarme, amarrar y tirar el condón que ella me obligó a usar, a la basura al lado de la cama. Me incliné para revisar velozmente la hora.

— Marianita, tienes que moverte ya, son las siete y media — dije recordando que también había quedado en desayunar con Emma.

Se sentó — Bien, esta vez tu cambia las sábanas, y deja de soñar conmigo cosas que puedes hacer en la vida real — rodé los ojos ante todo lo dicho —. Aunque un buen mañanero no está mal.

— Mariana, anda a ducharte — me dió una mirada —, y no lo haré contigo.

— Bien — bufó pero no se levantó. Su semblante cambió —. Fernanda... ¿Tú... quieres-...? — fruncí el ceño ante su nerviosismo. Mariana no se pone nerviosa con casi nada. Esto es nuevo —. Olvídalo — terminó y se levantó.

La seguí con la mirada aún con el ceño fruncido, me encogí de hombros quitándole importancia.

Dos semanas habían pasado ya, las dos semanas más raras de mi vida, y solo porque mi rutina había cambiado por completo.

Por las mañanas, luego de que Mariana iba a trabajar, salía con Emma a cualquier parte, ya sea a desayunar juntas o simplemente pasear.

Las sesiones junto a Mariana disminuyeron su constancia, pero siguen ahí, alguna que otra vez cuando me siento confundida y estresada con lo que siento, solo le digo y ya se sabe como termina todo.

En las tardes Emma siempre iba a la cafetería y terminábamos saliendo juntas cada que mi turno terminaba, por lo que llegar tarde al departamento se hizo costumbre y ya no tengo que pedirle a Mariana que no llame.

Tras unos minutos en los que me dediqué a cambiar las sábanas, Mariana salió del baño, se vistió rápidamente y salió de la habitación, seguramente a desayunar. Yo tomé un baño y me preparé para salir.

Al pasar por la sala, Mariana pegó su vista en mi, haciendo que me detenga y le de una mirada confusa.

— ¿Vas a desayunar con... ella? — lentamente y algo confundida por su pregunta, asentí —. Oh... entonces, está bien — hice el ademán de caminar a la puerta pero la voz de Mariana me detiene —. Fernanda — suspiró —, ¿Mañana desayunarás conmigo? — cuestionó. Fruncí el ceño ante la extraña pregunta —. Ya sabes, a veces me siento... sola, no lo sé — desvió la mirada.

— Tienes a Daniel, ¿no? — solté sin pensar. Me miró, Su expresión cambió por completo y desvió la mirada de nuevo.

...

Pasamos, prácticamente, todo el día juntas.

Desayuné y almorcé con ella, solo fui a casa a cambiarme para ir a trabajar.

ROMMATE ( COMPAÑERA DE CUARTO) |Fercha y Mariana G!P[...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora