Kane Wrek es un criminal del reclusorio Delacks en una época futura donde la humanidad ha tenido más conflictos que avances tecnológicos. Por un suceso imprevisto, él y sus compañeros logran efectuar el escape, pero su liberación se ve perturbada po...
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—¿A dónde rayos me llevas? —dijo Kane con un desinterés tremendo.
—¡Vamos a conocer al tipo extraño! —exclamó Aviella con gran ánimo.
Pasaron algunos días, el brazo de Kane aún seguía dañado, no se atrevía a moverlo, y no podía, pero parecía estar mejorando poco a poco con el medicamento avanzado que estaba consumiendo por instrucción del médico de la prisión. Newt seguía resentido con Kane, como un niño que hace una rabieta hacia su madre por no comprarle su caramelo. Kane ya se lo estaba tomando como una estupidez infantil por parte de él.
Después de ese período de tiempo, habían liberado a quien Aviella quería ver de aislamiento. Lo que se puso extraño fue que Francis comenzó a actuar extraño, algunas veces desaparecía sin dejar ningún rastro por unos minutos, los vigilantes se volvían locos buscándolo hasta que de la nada aparecía en un lugar que no se esperaban, parecía estar ocupado haciendo algo que todos desconocían.
En la hora de la cena, Kane se había reunido con Aviella, ella no le había contado la razón de porqué hasta que estuvieron ahí, él creyó que era algo importante, pero no resultó ser más que la misma tontería que antes le había dicho, ella casi lo obliga a hacerlo, y Kane para no parecer un aguafiestas y tratar de hacer algo si es que aquel sujeto extraño se propasaba, decidió acompañarle a su estupidez.
—¿Para qué quieres ir con él? ¿Supiste lo que les hizo a los tipos esos que le molestaron la vez pasada? Nos podría arrancar la cabeza, por eso nadie se sienta con él en la comida.
Kane no pudo hacer más y dejó su bandeja de comida en la mesa de ese sujeto, Aviella hizo lo mismo.
—¡Hola! —saludó Aviella, el pálido no parecía mostrar expresiones por su prótesis.
—Uhm... ¡Ahhh! ¡Van a robar mi comida! ¡¿Verdad?! —tomó a Kane bruscamente de la camisa y lo acercó a él.
—¡O-Oye, espera! A mí esta tonta me arrastró aquí, yo tengo nada que ver —Kane no estaba del todo asustado—. Mira, tengo el brazo roto, no golpearías a alguien así, ¿verdad?
—Agh... Tienes razón —dejó a Kane en su sitio, a él pareció increíble que una excusa tan mediocre le haya bastado para soltarlo.
Los tres se sentaron. El sujeto picaba la comida con uno de sus dedos, como si estuviese dudando en comerla.
—¿No tienes hambre? —preguntó Kane.
—¿Por qué tu voz es tan rara? —hizo una pregunta totalmente al azar Aviella.
—¡Oye! No le preguntes cosas de esas —dijo el peliazul entre dientes.
—No lo sé, ¿no es normal? —el pálido comenzaba a generarse una pequeña inquietud dentro.
