Capítulo ocho.

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[Narra Killian]

¡¿Por qué es tan terca?! ¿Dónde quedó aquella pequeña que en todo me hacía caso?

*— Me temo que se nos creció. — susurra Akjadib.

No quiero que ella sea una sumisa o algo así. De hecho, me encanta que siempre tenga algo que decir y que hacer. Que sea independiente, fuerte, y capaz de todo lo que se proponga. Solo que a veces eso mismo, es lo que la pone en riesgo.

Ella es muy importante, pues es hija de un alpha y mate de otro. También, que es una loba blanca, y eso solo la expone. Ese tipo de lobas son perseguidas por brujas, quienes tienen la creencia de que si sacrifican a una, la propia diosa que nos rige se mostrará ante ellas para darles lo que desees. Retorcido.

Y ahora ella está enojada conmigo por un pensamiento erróneo. Ella cree que estoy a su lado por interés. Ella cree que si no fuera si quiera una loba, no la miraría.

*— Ve con ella de inmediato, no puedo estar tranquilo sabiendo que está por ahí pensando mal de nosotros.

Tiene razón, pero quién sabe si querrá verme justo ahora.

*— Tienes que hacerlo. — escucho su último susurro, pues cierro la conexión.

No es lindo que un lobo ancestral te esté diciendo que hacer a cada momento, cosas que ya sabes.

De igual manera cambio mi recorrido a la cabaña, que es en donde está ella con la bruja de esta manada.

Aún estando a kilómetros del lugar, puedo percibir su exquisito aroma y su enojo. Aunque este último siento que ha mermado un poco.

Llego, entro y ahí las veo hablando, en el sofá frente a la chimenea.

— Buen día. — saludo a penas sus miradas están puestas en mí. — Anathema. — digo el nombre de la bruja.

— Alpha. — asiente. — Me retiro, Luna. Fue agradable pasar un rato con usted, pronto seguiremos planeando lo de la boda y su coronación.

Mi princesa asiente y se levanta con ella. La despide en la puerta, pasa al lado mío sin siquiera mirarme.

Escucho la puerta cerrarse y luego, siento su presencia otra vez pasar a mi vera.

¿Planea ignorarme el resto de la eternidad o qué?

— Aurora. — la detengo del brazo. — Quiero hablar contigo.

Se pone rígida.

Bueno, sé que esa frase es de mal augurio, pero no tengo de otra. Igual no sé qué le voy a decir, porque no tengo nada de que hablar con ella. Algo se me ocurrirá.

— Claro, hablemos. — dice aún sin mirarme.

¡¿Por qué es tan así?!

Pero firme, la sigo hasta donde estaba sentada antes. Al parecer planea sentarse lejos de mí, por lo que la sostengo esta vez de la mano.

— Planteemos un futuro. — inicio.

— Hacer planes no es buena idea. Sabes que la mayoría de las veces no se cumplen. — interpela.

— Puede que sí, pero rezaré a la diosa porque se nos cumplan los más anhelados. — digo y ahora sí me mira.

— ¿Los más anhelados? — pregunta y yo asiento. — ¿Qué es lo que más anhelas?

La respuesta es más que obvia.

— Una vida contigo, en donde reines a mi lado, en donde tengamos una numerosa familia, ver crecer a nuestra descendencia, nuestro propio linaje. — inicio. Nuestros ojos brillan. — ¿Qué anhelas tú, mi amor? — me acerco un poco más a ella y empiezo a acariciar su bello rostro.

Alpha Killian ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora