Capítulo 6

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Al día siguiente las heridas de Chaewon habían desaparecido por completo. El dolor psíquico, en cambio, era más duradero.

Cada noche Hyejoo llegaba más pronto y se iba más tarde. Se mostraba siempre firme, pero también amable. La mayor parte de las veces hacía las cosas despacio y con paciencia, dándole tiempo a ella para excitarse, pero Chaewon difícilmente sentía deseo sexual por ella. A veces, no obstante, la tomaba bruscamente, en frío, igual que una niña incapaz de saborear las sensaciones. Pero hiciera lo que hiciera, Chaewon jamás dejó de sentir miedo y desconfianza hacia ella.

En dos ocasiones, incluso, llegó a sentir pavor de nuevo; y ambas veces ella la hizo arrodillarse al borde de la cama. A ella le gustaba charlar cuando no tenían relaciones sexuales. Le contó que muchas de sus víctimas eran marineros.

—El puerto de Burdeos es internacional; es el tercero más grande de Francia. Todos los días llegan barcos nuevos. Y muchos hombres buscan sexo rápido con otro hombre o con alguna mujer. A mí el sexo no me interesa; solo quiero la sangre. Nos encontramos, nos metemos detrás de un edificio y yo tomo lo que quiero. Casi todos ellos están tan ansiosos, que ni siquiera necesito hipnotizarlos. Los hombres comprenden el intercambio. Las mujeres a veces quieren más.

Chaewon sintió una amarga satisfacción al saber que, al menos, ella no le contagiaría el sida. Probablemente a esas alturas lo tuvieran ya las dos. Y ella se lo contagiaba todos los días a otra persona distinta, exactamente igual que Minho. El hecho de que ni siquiera lo mencionara o usara protección era inmoral, pensó Chaewon, pero luego se dio cuenta de que ella había hecho lo mismo. No tenía el valor suficiente como para hablar del tema. A menos que ella le hiciera una pregunta directa y se viera forzada a contestar, solo se limitaba a escuchar.

—Me he disciplinado y solo tomo lo justo, con eso me conformo —le contó ella—. Y ellos sobreviven. El médico del barco les da un aporte extra de hierro, y se recuperan. Además, se quedan aquí muy pocos días. Rápido, limpio, y fácil. Después de todo aquí vivimos cuatro como yo, así que hay que tener cuidado. Cuatro muertes en una noche suponen mil quinientas muertes al año, más que en París y Londres juntos, y eso sería una barbaridad para una ciudad como Burdeos.

—Pero has matado a personas, ¿verdad? —preguntó Chaewon una noche en que se sintió especialmente valiente.

Hyejoo pareció molesta ante la pregunta

—Detesto a las personas que suplican. Me vuelven loca: suplican sexo, suplican que les haga daño, que no se lo haga, que les deje hacérmelo a mí, suplican por sus vidas...como si sus vidas fueran un bien precioso. Ustedes, los mortales, se tienen en gran estima, pero para nosotros hay el mismo abismo entre un vampiro y un mortal que el que ustedes creen que hay entre un mortal y un insecto. No les importa aplastar a uno con el zapato. A mí tampoco me importa aplastaros.

—Pero ustedes...practican el sexo con nosotros...los mortales.

—Es lo mismo que si ustedes lo hicieran con un caballo o un gorila, aunque eso es repugnante.

—Entonces, ¿por qué lo haces?

—Soy un pervertida —rió ella.

Por lo general, Chaewon escuchaba en silencio. A menudo deseaba hacer preguntas, pero tenía demasiado miedo para abrir la boca. El concepto de Hyejoo de la vida era realmente extraño pero, a pesar de lo alocado e inhumano de semejante perspectiva, Chaewon no podía evitar sentirse en parte fascinada. Al menos lo estaba su lado más excéntrico y teatral. En una ocasión Chae había estudiado a una vagabunda durante una semana. Había analizado su forma de ser y su manera de hablar con la esperanza de representar el papel en escena con realismo. Del mismo modo analizó a Hyejoo. A veces creía haber encontrado a un ser de otro planeta, con una escala de valores por completo diferente.

Descendiente de la oscuridad | HyewonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora