Durante el resto de aquel segundo mes y el tercero Chaewon fue acostumbrándose al hecho de estar embarazada y a la vida en el château. Muchas noches salía con Hyejoo a la ciudad o paseaban por la playa, y otras las pasaba en el salón, hablando con Hyunjin o Jiwoo y con Sooyoung, si es que ella andaba por allí. La trataban bien para ser su prisionera, aunque estaba aburrida de las raciones diarias de hígado y espinacas.
Chaewon seguía sin confiar en Hyejoo. Ella era impredecible. Pero no era tan mala. A veces incluso se sorprendía a sí misma pasándoselo bien con ella.
Una noche, Hyejoo le llevó seis aves del paraíso. Se ducharon juntas y rieron bajo el chorro de agua. Pero después de salir de la ducha, mientras Hyejoo la secaba, Chaewon se sintió especialmente mal. Vio su rostro ceniciento en el espejo y advirtió:
—Será mejor que te vayas y me dejes sola.
Apenas había terminado de decirlo cuando comenzó a vomitar violentamente. Se agarró al toallero, que se soltó de la pared, y cayó al suelo con un golpe tan fuerte, que se echó a llorar. Hyejoo la ayudó y la sostuvo mientras vomitaba la cena.
Fue tan amable que Chaewon apenas podía creerlo. Le lavó la cara, le dio agua para enjuagarse la boca y la llevó a la cama. Una vez arropada y con las luces apagadas, se metió en la cama con ella.
La enfermedad siempre la había asustado, y Hyejoo pareció intuirlo y se quedó hasta el amanecer, estrechándola en sus brazos, besándola y acariciando su cabello cuando ella lloraba. Le contó historias divertidas sobre los personajes que conocía del paseo marítimo, a los que llamaba los «fans de los vampiros», haciéndola llorar de la risa y distrayéndola de las náuseas. Chaewon se sentía agradecida, y se lo dijo.
Al día siguiente Hyejoo entró en su habitación cuando ella se estaba vistiendo—¿Te encuentras mejor?
—Sí.
Ella llevaba una de las faldas nuevas que ella le había comprado, pero aún no se había puesto el top. No le daba vergüenza estar desnuda delante de Hyejoo.
—Déjate eso puesto —dijo ella, Hyejoo se sentó en un sillón y se quitó la camisa—Ven aquí—añadió, tirando de ella para sentarla en su regazo—Te he traído unos libros. Elige uno. Voy a leerte una historia antes de dormir. Será inspirador. Son algunos de los mejores autores franceses.
Hyejoo le tendió tres libros encuadernados en rústica. Ella leyó los títulos:
—Justine, la historia de O, y La liberación de la Bella Durmiente.
Chaewon la miró con una expresión extrañada. Hyejoo echó atrás la cabeza y rió, enseñando los dientes.
—Me encanta sorprenderte.
—A. N. Roquelaure es el seudónimo de Anne Rice, y no es francesa, sino americana —dijo Chaewon.
—Su espíritu es francés, abogada, y eso es suficiente según el Código Napoleónico.
Hyejoo la atrajo hacia sí y le lamió el lóbulo de la oreja mientras metía una mano entre sus muslos.
—¡Eres tan follable!
—¿Eso es un insulto o un halago?
—¿Tú qué crees?
En general, Hyejoo la trataba bien, teniendo en cuenta que Chaewon no tenía más opción que permanecer allí. Seguía haciéndola sentirse violenta cuando salían fuera, y no paraba de darle órdenes constantemente, pero al menos no se mostraba brutal y había dejado de amenazarla. A veces casi parecía humana.
—Ven, apóyate en el reposapiés, te daré un masaje en la espalda —dijo ella una noche.
Chaewon se arrodilló frente a la silla que ocupaba Hyejoo, apoyando los brazos en el reposapiés y la cabeza sobre los brazos. Ella le dio un masaje en los músculos a lo largo de la espina dorsal.
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Descendiente de la oscuridad | Hyewon
أدب الهواةHay una mujer, la veo. La muerte sonríe tras su rostro, me seduce con vino. Encarna mis más ocultos deseos. Ciega, seguiría viendo tus llamas. Hay una mujer, la veo. La muerte se esconde tras su sombrero, me seduce con sonrisas. Y mi corazón es su...