Hacia el quinto mes la barriga de Chaewon era ya grande, los pechos le habían crecido y los pezones le dolían constantemente. Cuanto más se le agrandaba la barriga, más presión ejercía sobre los riñones, así que tenía que orinar con frecuencia, lo cual resultaba a veces molesto. Ya no se mareaba ni vomitaba, pero seguía sintiéndose cansada todo el tiempo, y a menudo estaba alterada. Por lo general, su situación emocional era inestable.
A pesar de todo, hasta ella misma se daba cuenta de que estaba floreciendo. Solía tener las mejillas sonrosadas y los ojos brillantes; tenía un aspecto pletórico. Y ella sabía que era más mujer y menos niña.
Una noche de septiembre, cuando bajó el nivel de humedad que, para Chaewon, fue como una bendición, ella y Jiwoo fueron a Burdeos a ver una película. Fueron en el Mercedes, con la capota recogida. Jiwoo conducía, y sus cabellos castaños volaban al viento. La castaña llevaba un vestido blanco sin mangas, y su aspecto, según habría dicho ella misma, era el de una chica despampanante. Chaewon inclinó la cabeza sobre el reposacabezas. Se sentía bien. Realmente bien.
—¿Sabes, niña? Te envidio —dijo de pronto Jiwoo.
—¿A mí?, ¿por el bebé?
—Sí, quiero decir que yo nunca viviré esa experiencia... dar a luz.
—¿Quieres tener un niño?
—Bueno, tendré el tuyo.
Chaewon se enderezó en el asiento.
—¿Qué quieres decir?
—Pues que cuando te marches —respondió Jiwoo, girando la cabeza hacia ella—, tendremos que criar nosotros al niño. Supongo que yo seré algo así como su madre.
La idea sorprendió a Chaewon. Acababa de caer en la cuenta, aunque por supuesto sabía desde el principio que les daría al niño. Sin embargo, el asunto no la había inquietado lo más mínimo hasta ese instante. Chaewon se dijo a sí misma que solo estaba siendo una sentimental. Al fin y al cabo, ¿cómo iba a crear un lazo sentimental con el bebé? No obstante, las palabras de Jiwoo la molestaban.
—Eh, niña, ¿quieres oír una historia de mi inmoral existencia mortal?
—Claro —dijo Chaewon, sin poder evitar echarse a reír de aquella mujer que parecía más joven que ella—Cuéntame algo de los maravillosos años cincuenta.
—Bueno, no fueron tan maravillosos, al menos hasta que me hice hep. ¿Sabes lo que significa?
—¿Quieres decir hip? Te refieres a los sesenta, ¿no? Los Beatles, los Rolling, vamos, los jipis.
—¡No! Te hablo de los hep. La palabra proviene de los años veinte y treinta, de la música de jazz de los negros en Chicago. Tienes que preguntarle a Hyejoo. Esos años son de sus favoritos, aunque el presente también le gusta.
Aquella era una de las pocas noticias que tenía acerca del pasado de Hyejoo. Ella solo hablaba de su vida presente, y las demás evitaban las preguntas de Chaewon o hablaban más de sí mismas que de Hye.
—Bueno —continuó Jiwoo—, pues yo tenía veinte años y estaba en Berlín, y estábamos en 1958 y había antros increíbles en el centro de la ciudad adonde iban pintores, escritores y músicos; lo llamábamos el mundillo, directamente importado de Nueva York. Uno de esos antros era el Artists' Hut, y el otro El Otro Final, supongo que es así como se traduce del alemán. Eramos beats, la generación beat. La prensa nos llamaba los beatniks.
Chaewon dirigió la vista hacia Jiwoo y rió.
—Comprendo, y supongo que llevaban pantis negros.
—¿Pantis? Los pantis aún no se habían inventado. Pero sí, llevaba uniforme: liguero negro, ropa interior negra, medias negras con costura, falda negra recta, jersey de cuello alto negro y... ¡adivina! Zapatos de tacón muy alto en negro. Era la ropa de rigueur. Entonces yo llevaba el pelo liso y largo hasta la cintura, con la raya en medio, y mucho maquillaje: pintalabios blanco y pendientes grandes. Y era muy cool, que entonces quería decir intelectual —rió Jiwoo—. Ya te digo, me lo pasé genial. Por supuesto, cuando eres joven siempre te montas un mundillo, como los jipis, los punk, la nueva ola. Pero ese mundillo era más exclusivo, al menos en Berlín. No éramos muchos; no habría más de cien personas. Naturalmente íbamos a contracorriente, como debe ser. Los chicos también iban de negro, llevaban boina y tocaban el bongo o recitaban poesías sin sentido; los demás nos sentábamos y chasqueábamos los dedos al estilo cool de entonces. Era nuestro modo de aplaudir.
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Descendiente de la oscuridad | Hyewon
FanfictionHay una mujer, la veo. La muerte sonríe tras su rostro, me seduce con vino. Encarna mis más ocultos deseos. Ciega, seguiría viendo tus llamas. Hay una mujer, la veo. La muerte se esconde tras su sombrero, me seduce con sonrisas. Y mi corazón es su...