Durante la segunda noche, tras la vuelta de Chaewon al château, Hyejoo fue a buscarla justo después de la puesta de sol, cuando aún quedaba algo de rosa en el cielo y se reflejaba sobre la superficie de un océano Atlántico en calma. Chaewon estaba terminando la cena: otra vez hígado, espinacas y nabos.
—Date prisa.
Hyejoo tenía un aspecto increíblemente pálido y delgado, parecía una figura de cera. Tenía las mejillas hundidas, los ojos cansados, y parecía preocupada. Chaewon sospechaba que necesitaba sangre.
Cinco minutos después, cuando Chaewon terminó de cenar, ella repitió:
—Vamos.
Cuando terminó y se puso en pie, ella la contempló de pies a cabeza con una
ligera expresión de disgusto. Ambas esperaron fuera al coche; Chaewon en las escaleras, Hyejoo de un lado a otro por el camino de grava. Hacía mucho calor y ella estaba sudando. La puerta de entrada se abrió; era Jiwoo, que salió fuera también. Llevaba un vestido recto y suelto de color lima limón, abierto por un lado, enseñando un
hombro.—Hola, niña —saludó con una sonrisa maliciosa.
—Hola.
Jiwoo también tenía ese aspecto demacrado, anoréxico y pálido. Observó a Hyejoo caminar de un lado a otro, y comentó:
—Es genial antes de la primera copa.
—El chofer y la doncella...¿cómo es que no saben que ustedes son...diferentes?
—Tenemos nuestras tácticas. Para decirlo de un modo agradable, digamos que se trata de hipnosis. Hacen su trabajo, pero no consiguen llegar a la conclusión de que solo nos ven por las noches.
—¿Y van a hacer eso con el médico también?—siguió preguntando Chaewon.
Y con la Policía, naturalmente, pensó.
—Claro—contestó Jiwoo algo tensa.
—Escucha, quiero darte las gracias por ser tan amable conmigo—dijo Chaewon, poniendo una mano sobre su brazo—No sé qué habría hecho de no haber estado tú.
La castaña esbozó una expresión extraña. De pronto sus ojos parecieron echar chispas, y Chaewon se sintió hechizada. Aquellos ojos le recordaron a una pieza de fruta que se había dejado en el patio un verano. Dos días después la fruta comenzó a moverse. Había tardado un buen rato en darse cuenta de que estaba cubierta de larvas.
Jiwoo apartó la mano de Chaewon suavemente.
—Eh, que yo tampoco soy nadie antes de la primera copa. Mantén las distancias, preciosa. Para mí, hueles a un delicioso cóctel.
Por fin llegó un coche deportivo rojo con la capota levantada. Sooyoung conducía. Ella también estaba pálida y alicaída. Jiwoo se subió al coche, se despidió con la mano y ambas se marcharon. En cuestión de segundos llegó la limusina plateada. Hyejoo le sujetó la puerta y subió después de ella. El coche arrancó inmediatamente. Durante los cuarenta minutos que duró el trayecto hasta Burdeos, Hyejoo no la miró ni una sola vez. Parecía nerviosa, y Chaewon era lo suficientemente inteligente como para permanecer callada. Pero mientras recorrían el muelle por la orilla izquierda ella preguntó:
—¿Puedo salir y dar una vuelta por ahí hasta que vuelvas?
Ella la observó brevemente, se dio la vuelta y contestó, de mal humor:
—No seas ridícula.
Nada más parar el coche, ella salió a toda prisa en dirección al muelle. Chaewon oyó la puerta de delante abrirse y cerrarse. Trató de abrir las dos puertas traseras, pero estaban cerradas. Sin duda tenían un sofisticado sistema de apertura y cierre que ella no entendía. Suspiró y encendió la luz interior. Esperaba encontrar algo que leer. No había nada. Suspiró otra vez. Al menos tenía aire acondicionado. Durante un rato se distrajo cotilleando por los armarios y cajoncitos de la limusina. Había un mini bar completo, una nevera diminuta, vacía excepto por unos cubitos de hielo, un armario con platos, tazas y utensilios que parecían no haber sido usados nunca, dos sillones de repuesto, una radio, un casete y una colección de música moderna, una televisión y un vídeo con dos películas: una del nuevo James Bond y otra francesa titulada La grande bouffe. Chaewon encendió la televisión, pero todos los programas eran en francés, así hizo un pequeño esfuerzo por concentrarse en una serie de humor.
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Descendiente de la oscuridad | Hyewon
FanfictionHay una mujer, la veo. La muerte sonríe tras su rostro, me seduce con vino. Encarna mis más ocultos deseos. Ciega, seguiría viendo tus llamas. Hay una mujer, la veo. La muerte se esconde tras su sombrero, me seduce con sonrisas. Y mi corazón es su...