Durante los siguientes cuatro días, Chaewon se debatió entre la amargura y la desesperación. De día lloraba hasta quedarse dormida, y de noche soportaba el hecho de que Hyejoo la utilizara como a un objeto sexual. Pasaba todo el tiempo tumbada boca arriba, esposada a la cama, sin poder cambiar siquiera de postura.
Según parecía, Hyejoo tenía todo el derecho a hacer con ella lo que quisiera, porque a las demás ni las vio; excepto a la sirvienta, que apenas parecía darse cuenta de su presencia.
Le dejaban la comida sobre la almohada, al lado de la cabeza, y solo podía utilizar la boca para comer como un animal. Apenas comía nada. Hyejoo la soltaba tres veces por la noche para ir al baño, pero como no era suficiente, mojaba la cama de día y se veía obligada a seguir durmiendo sobre las sábanas sucias. Cada noche la sirvienta le cambiaba la ropa y le daba la vuelta al colchón. La habitación apestaba.
Pero la soledad era aún peor que la incomodidad o el dolor. Hyejoo no le dirigía la palabra. Ni siquiera para amenazarla. Chaewon hablaba sola para mantenerse despierta, y se cantaba a sí misma para dormir. Trató de recordar películas, libros o conversaciones, pero no era muy introspectiva por naturaleza, y le costaba soportar la soledad. Aquella situación no tenía nada que ver con la que había vivido durante la temporada en que ella misma se había aislado. Era Hyejoo quien la mantenía así. Se estaba volviendo loca, y sabía que tenía que esforzarse mucho si quería sobrevivir.
Cinco noches después de llegar al château, Hyejoo le soltó una de las manos. Eso significaba que podía sentarse y ponerse de pie.
Chaewon lo interpretó como una señal. Hyejoo estaba junto a la puerta, con la mano en el picaporte.
—Creo que todo esto está haciendo daño al bebé. Necesito hacer ejercicio. ¿Podríamos llegar a algún tipo de acuerdo?
Chaewon había hablado con calma, razonablemente, del mismo modo en que un abogado habría presentado un caso ante el juez, sin ninguna emoción. Eran las primeras palabras que le dirigía a Hyejoo.
Ella se giró. Y en ese momento ella comprendió que, o bien su táctica había sido errónea, o bien cualquier tipo de acercamiento era sencillamente un error. Los ojos de Hyejoo se endurecieron y su tez palideció: parecía como si su piel se hubiera estirado, su rostro era como la máscara de una gárgola. Un sonido animal salió de su boca. Al ver sus dientes, Chaewon gritó.
En cuestión de segundos Hye estaba encima de ella. Chaewon luchó por apartar los poderosos dedos de Hyejoo de su tráquea. Su grito se ahogó, solo podía sacudirse como una loca, intentando desesperadamente respirar.
Ellas la apartaron del cuerpo de Chaewon, que aprovechó para tomar una bocanada de aire. Tenía la garganta destrozada. Solo entre las tres pudieron contenerla. Chaewon la vio luchando por lanzarse de nuevo sobre ella como un demonio desatado del infierno, decidido a provocar su ruina.
De labios de Chaewon salieron terroríficos sonidos; medio gritos, medio aullidos. Era como si una voz lejana, no la suya, produjera todos esos ruidos. La cama se llenó de excrementos, y la bandeja de comida se volcó, provocando un caos completo.
—¡Dios, mira cómo tiene la garganta! —exclamó Jiwoo.
—Trae agua caliente. Y llama al médico, será lo mejor. ¡Sooyoung, llévate a Hyejoo de aquí! —ordenó Hyunjin.
Hyunjin estuvo media hora limpiando a Chaewon, mientras ella se convulsionaba y sacaba espuma por la boca. El médico le puso una inyección nada más llegar, que la sedó de inmediato. Chaewon oyó a Hyunjin preguntar:
—¿Y el bebé?
Pero no oyó la respuesta.
Al despertar se sentía como muerta. O peor aún, como si algo dentro de ella hubiera muerto. Estaba tumbada en la cama, observando y escuchando. Una barrera invisible la separaba de todo lo que ocurría a su alrededor. Chaewon flotaba por algún lugar, fuera de su cuerpo. La sensación no era en absoluto incómoda, así que decidió quedarse exactamente donde estaba.
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Descendiente de la oscuridad | Hyewon
FanficHay una mujer, la veo. La muerte sonríe tras su rostro, me seduce con vino. Encarna mis más ocultos deseos. Ciega, seguiría viendo tus llamas. Hay una mujer, la veo. La muerte se esconde tras su sombrero, me seduce con sonrisas. Y mi corazón es su...