Capítulo 14.

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Noah.

Es difícil aceptar la realidad, pero sabía que dentro de mi cuerpo las cosas no iban con normalidad y si, me sentía un cobarde por no querer hacerme esa prueba que me dirá esa temible respuesta que no quiero reconocer. Cuando era un pequeño bebé de seis meses me diagnosticaron leucemia linfoblástica aguda, que es un tipo de cáncer hematológico y de la médula ósea que afecta los glóbulos blancos. Fue un duro tratamiento, sobre todo para mis padres, no debe ser nada lindo ver que tu hijo de menos de un año tenga una temible enfermedad que podría acabar con su vida. Desde temprana edad estuve sometido a medicamentos, quimioterapia y hasta un trasplante de médula, mi padrino, Dante, fue el único que tuvo la compatibilidad necesaria para donar su médula para mí.
No recuerdo mucho esa etapa, pero mamá decía que fue unos largos años en el área de oncología hasta que logramos superar el cáncer.
Todos los años, mamá, me obligaba a hacerme los estudios, pero debo reconocer desde hace cinco años que no piso un hospital, tal vez el trabajo o mi idea que estaba todo bien me hicieron no pensar que todo podía volver.

Los moretones en mi cuerpo, el sangrado que sufría en mi nariz de vez en cuando, los dolores en algunas articulaciones y ahora este derrame pleural espontáneo, dejaban en claro que algo malo pasaba, solo que no estaba listo para saber cuánto tiempo de vida podría tener.

— Noah — dicen mi nombre.

— ¿Qué demonios haces aquí? — mascullo al reconocer a la mujer que estaba sentada a mi lado sosteniendo mi mano. — No me toques — acoto saliendo de su agarre.

— No te muevas, puedes lastimarte — comenta con preocupación.

— Vete de aquí, no te quiero cerca mío — mascullo. Siento una punzada en la zona donde tengo ese tubo en mi costilla que me hace quejar.

— ¿Estás bien? — me pregunta asustada.

La puerta de la habitación se abre y suspiro aliviado al ver a Ignati, agradecía que esté acá para que de una buena vez se lleve a su loca hermanastra de mi lado. Tener a Lucía cerca me enferma, pero de la cabeza, no la soporto ni que respite cerca mío.

— ¿Qué haces aquí? — inquiere Ignati sorprendido.

— Papá me mandó, como se de medicina ...

— Ni siquiera terminaste la carrera — mascullo irritado.

— Noah tiene razón, Lucía, te faltan unos años para terminar tu carrera y dudo que puedas ayudar en el diagnóstico que ya los médicos nos dieron — declara mirando con reproche a su hermanastra.

— Por favor, sacala de aquí porque hasta el olor de su perfume me da dolor de cabeza — le suplico a la rata de laboratorio.

— ¡Oye! — se queja la tonta.

— Sal de la habitación, Lucía — le pide Ignati suspirando.

— Date cuenta quién está contigo, porque a la que amas y siempre eliges no la veo por ningún lado. No te mereces a alguien tan consentida como ella ...

— Lucía — interviene su hermanastro.

— Me vale mierda, lo que digas — acoto bufando.

— ¡Idiota! — chilla.

— Sacala, Ignati — repito furioso.

— Quédate con tu puta — me grita.

— Cuida tu boca, no le digas de esa forma — siseo cabreado.

Podría estar enojado con Katherine, pero nunca dejaría que alguien le falte el respeto como lo estaba haciendo Lucía al llamarla de esa forma.

— Lucía no es momento para tus estupideces — le habla Ignati suspirando.

Locura de Amor (4° SAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora