Capítulo 33.

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Noah.

Abro los ojos asustado y frunzo mi ceño al encontrarme en una gran parque, miro mi atuendo para darme cuenta que estoy vestido completamente de blanco, cosa que es extraña en mí porque ese color lo detesto, soy más fanático del negro o gris.
¿Habré muerto?
Pellizco mi piel, pero me quejo por mi estúpida acción.
¿Dónde demonios estoy?
Comienzo a caminar por ese gran parque que esta solo hasta que una niña rubia de ojos azules levanta su mano llamándome.

¿Es un ángel?

— Siéntate conmigo — me pide marcando que tome lugar a su lado.

— ¿Tú eres? — le pregunto desconcertado.

— Alyna, ese es mi nombre — contesta sonriendo.

La observo bien y siento que me hace acordar a alguien, solo que en este momento no podría decir bien a quien.

Ella se me hace conocida.

— ¿Eres un ángel? — consulta.

— ¿Tengo alas? — inquiere mostrando su espalda.

Sonrío. — No, no las tienes — respondo sin poder borrar mi sonrisa. — ¿Sabes donde estamos? — consulto observando nuestro alrededor.

— Es el parque de los sueños — responde encogiendo sus hombros.

¿El parque de los sueños?

¿De qué me habla?

La niña no pasaría los seis o siete años, juro que ese color de ojos me hacía recordar a alguien, sentía que teníamos el mismo color, pero ya a estás alturas desconfiaba hasta de mi mismo.

— ¿Eso seria? — hablo medio confundido.

Nunca había escuchado sobre este lugar.

— El parque de los sueños es un lugar donde tú puedes pedir solo tres deseos, lo que más quieras y deseas ....

— No creo en esas cosas — la detengo.

— Como creer si nunca lo intentaste — me dice chasqueando la lengua.

¡Vaya con la niña!

— ¿Y tú le pediste tus deseos? — consulto.

— Lo hice, les pedí un papá y una mamá que me amen mucho — contesta con una gran sonrisa.

— ¿Y ellos donde estarían? — digo mirando a todos lados buscando indicios de sus padres.

— Todavía no saben, en unos años viviré con ellos — afirma con una gran sonrisa.

No sé ni qué decirle, es su deseo y espero que se cumpla pronto.

— Debo volver al hospital — acoto suspirando.

— Primero debes pedir tus deseos — me detiene.

— ¿Eres un hada? — le pregunto.

— Me dijiste que no tengo alas y no tengo una varita en mi mano, no soy un hada de los sueños — contesta rodando sus ojos.

Sonrio al escucharla, esa expresión me hacia acordar mucho a Katherine.

— Noah, hijo, despierta — escucho la voz de mi padre.

— ¿Papá? — murmuro mirando para todos lados.

Locura de Amor (4° SAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora