Capítulo 20.

8.5K 1.2K 79
                                    

Katherine.

¿Motivos para vivir?

¿Esperanza?

No le encontraba sentido a ninguna de esas palabras y eso significaba que soy un peligro para mi misma. Soy consciente de mi depresión, cada día siento que en vez de mejorar estoy dejando que ese agujero negro me consuma lentamente como lo está haciendo.
Se también que si mis padres no ven una mejoría en mí, no iban a dudar en internarme como ya lo había decretado papá, si no mostraba cambios en mi vida.
No podia dejarme vencer por mi cabeza, aunque quisiera no podía perder esta batalla conmigo mismo.

La depresión no es un juego, uno a veces no se da cuenta, piensa que son cosas momentáneas, pero no son así. Cuando mi padre decidió llevarme a esa consulta me negué tanto y claro que me enoje con él, no me sentía mal sino que estaba pasando una mala racha, un amor no correspondido, ver a Noah de esa forma y sumado a todo, se que no estaba bien, solo que nunca imaginé que podría estar padeciendo esta horrible enfermedad.

Me confíe que para mí era normal, solo que está vez no lo era. Estaba más irritable de lo normal, no podía conciliar el sueño, mi cansancio era extremo, sentía un odio  a mi misma, la pérdida de peso y venía con sueños donde moría en un trágico accidente. Todo eso pensé que era el momento que estaba viviendo, solo que no, cada uno representa su depresión como lo puede. Es difícil aceptarlo, tengo días buenos y malos, solo debo a aprender que pedir ayuda, aunque sienta que no lo necesito.

— ¿Cómo te sientes hoy? — pregunta Vera.  Ella es mi psicóloga, hace unos días toque fondo, si no hubiera sido por mi tío no se que me habría pasado, llevaba sin ingerir alimentos hace cuatro días, cuando mi cuerpo dijo basta fue el día que me desmayé en la universidad. Tres días estuve internada con un cuadro de deshidratación, fue ese momento que grite por ayuda. Mi tío Adam, es amigo de Vera y ella había encontrado la forma de llevarme sin tanto invadir mi espacio.

— Mejor — reconozco.

— Tú semblante cambio mucho — asegura.

— Ese día en el hospital me vi siendo una calavera, esa chica no era lo que solía ser — le cuento.

Sentía que me estaba dejando consumir, que buscaba morirme y algo dentro mío me hizo hacer un clic para frenar mi locura.

— ¿Sigues con el problema de tu apetito? — inquiere anotando algo en su libreta.

— Si, hay ciertos alimentos que me causan nauseas y prefiero evitarlos. Pero volví q cumplir con las comidas diarias, mi tío controla eso — digo pensativa.

Mi estómago toleraba lo mínimo de los alimentos, pero no podia dejar de comer así que el tío Adam había encontrado la forma de ir modificando mi forma de alimentarme y así podía cumplir con el tema mínimo de cuatro comida diarias por día.

— Me gusta eso — afirma. — ¿Qué haces para manejar tu estrés? — consulta.

— Descubrí que me gusta pintar — contesto.

— ¿Tú tío? — pregunta.

Mi tío Adam es profesor de arte, pero está vez no fue él  sino que mi abuela había viajado para verme y ella me mostró la mejor forma de manejar el estrés. No tenía miedo de ensuciarme mientras expresemos todo lo que sentimos en nuestro interior.

— No, mi abuela. Ella es una prestigiosa pintora. Estuvo unos días cuando vinieron toda la familia a cuidarme y me enseñó como canalizar lo que sentía en el arte — le cuento recordando esos días donde tanto ella como mi  abuelo estuvieron conmigo mimandome para que pueda recuperarme con mucho amor a mi lado.

Locura de Amor (4° SAP)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora