|Capítulo 3|

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Así como en el agua se refleja el rostro, también en el corazón se refleja el hombre.

–Proverbios 27:19–

Conductas.

   El reloj marcaba las 6:25 pm.

   Aurora se encontraba en la sala con el bebé Mateo en sus brazos, sin hacer tanto ruido ya que Emmanuel rezaba en su habitación. Caminando pudo visualizar varias cosas de la casa, así como cuadros con versículos bíblicos y muchos retratos de Jesús en la cruz. La estatua de una mujer permanecía empotrada sobre un cajón, justo al lado de una de las ventanas cerca de la puerta; algunas velas encendidas la rodeaban, y dos floreros estaban colocados en ambas esquinas.

   Una fotografía familiar llamó la atención de la chica, notando que había una mujer y un hombre que lucían muy elegantes mientras miraban hacia la cámara. Al lado izquierdo del hombre estaba una muchacha con algunos rasgos parecidos a los de Emmanuel. Sus cabellos pintaban unos mechones platinados, mientras que su rostro dejaba mostrar cierta amargura. Del lado derecho de la mujer se encontraba un muchacho, quien era un poco más alto que la mujer. Su sonrisa irradiaba grandemente. Un arete en su oreja izquierda se dejaba mostrar con facilidad, como de igual forma un piercing en su labio. Un tatuaje también se podía llegar a visualizar en su muñeca, pero sólo un poco ya que las mangas de la camisa que él llevaba colocada eran largas.

   Aurora imaginó que ellos eran la familia de Emmanuel, lo cual se pudo confirmar cuando escuchó la voz del chico detrás de su espalda.

—Es mi familia —comentó Emmanuel cuando pudo salir de su habitación.

—Perdón, no quise ser imprudente —se excusó la chica al dejar la fotografía en su lugar, mientras que con su brazo izquierdo cargaba al bebé.

—Tranquila, no has hecho nada malo, simplemente te produjo curiosidad mirar la foto —dijo Emmanuel, acercándose para tomar la fotografía y poder echarle un vistazo —. Extraño a mis hermanos.

—¿Los que están junto a los señores son tus hermanos?

—Sí. Sebastián es mi hermano mayor, y Yaelena es mi hermana menor. Yo soy el segundo de los tres.

—¿Y ambos también vienen a visitarte como tus padres?

—No, ambos no están en el pueblo. Estudian en la capital del país. Sebastián se está preparando para ser el próximo empresario de la familia como mi papá y mi abuelo. Creo que ya está pronto por culminar su carrera. Yaelena, por otro lado, estudia medicina. En nuestra familia ya han habido doctores; pero se necesita seguir capacitando a más doctores, por eso Yaelena está estudiando.

—¿Tu familia tiene muchas personas con especialidades distintas?

—Digamos que sí —respondió Emmanuel, con una sonrisa en su rostro mientras dejaba la fotografía en su lugar —. Tengo un primo que es músico, y otro que ya está a punto de ser abogado. También tengo una prima que es modelo, y otra prima que estudia ciencias políticas. Además de eso, tengo unos pequeños primos que son bilingües. Y aún me queda por mencionar a mis tíos, que también ejercen en otras áreas.

—Vaya, me alegra que todos aprovechen sus recursos financieros para estudiar y prepararse. Yo lo único que tengo es mi título del colegio y mis deudas en la panadería.

   El comentario de Aurora hizo que Emmanuel dejara escapar unas pequeñas risas, logrando que Aurora se sonrojara ya que pensaba que estaba pasando pena frente a él.

—Oye, y hablando de familia... ¿Qué me puedes decir de la tuya?

   La pregunta de Emmanuel puso un poco nerviosa a Aurora, a tal punto de que ella le diera la espalda y caminara hacia la mesa. Los ojos de Aurora buscaban qué mirar, y su mente pensaba en qué decir.

Ojos abiertos [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora