|Capítulo 6|

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Elevo los ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra. El Señor no dejará que resbales; el que te cuida jamás duerme. Toma en cuenta que nunca duerme el protector de Israel. El Señor es tu protector, el Señor es como tu sombra: ¡Siempre está a tu mano derecha! Ni el sol te fatigará de día, ni la luna te agobiará en la noche. El Señor te librará de todo mal; el Señor protegerá tu vida. El Señor te estará vigilando cuando salgas y cuando regreses, desde ahora y hasta siempre.

–Salmo 121–

El Señor es el protector de mi vida.

   Emmanuel leía muy temprano por la mañana el salmo 121. Aquél salmo que había escuchado desde pequeño, y cual es muy comentado en el pueblo, junto con el salmo 91.

   Después de haber hecho unos rezos en su cuarto, el salmo 121 retumbaba una y otra vez en su mente, dándole cierta curiosidad al chico para empezar a leer dicho salmo.

   La sorpresa fue evidente para Emmanuel cuando pudo leer con claridad que la mayoría de los versículos hablaban del Señor, acerca de que él siempre será nuestro protector, quien nos librará de todas las cosas malas. Emmanuel lo leía una y otra vez por la sorpresa que se había encontrado en esos versículos, los cuales hicieron que el chico se mantuviera muy pensativo.

   ¿Y qué hay de la patrona? Esa fue la pregunta que se formuló Emmanuel en su cabeza.

   Si la biblia menciona que el Señor es nuestro único protector, ¿por qué algunas personas siempre mencionan la frase: “Que la patrona te acompañe y te cuide” ¿No se supone que quien nos debe de cuidar es el Señor? Su palabra es bien clara cuando menciona que él nos vigila cuando salgamos y cuando regresemos.

   Emmanuel no se abstuvo de empezar a indagar en la biblia, pero esta vez tratando de encontrar el término: "Que la patrona te acompañe y te cuide."

   Durante minutos buscaba de una página a otra; pero no pudo encontrar nada, logrando que su ceño se frunciera por lo extraño y curioso de la situación.

—Quizás no estoy buscando bien —comentó el chico mientras seguía buscando en varias páginas.

   La biblia es un libro con muchas páginas, y buscar dicha palabra era muy complicado para Emmanuel ya que él no acostumbraba a escudriñar mucho la biblia.

   En un momento de frustración Emmanuel cerró la biblia y la dejó sobre la cama para luego levantarse y caminar por el cuarto mientras pasaba sus manos por su rostro. Todo estaba siendo nuevo para él, de alguna forma se estaba encontrando con cosas que van fuera de las enseñanzas que el sacerdote le había enseñado desde pequeño.

—Estoy seguro que todo esto tiene que tener una explicación. Quizás el sacerdote Eunecio me puede explicar mejor esta situación —se dijo Emmanuel a sí mismo mientras se calmaba poco a poco —. La patrona es... Maravillosa. Estoy seguro que ella también nos protege como lo hace Dios.

   ¿De dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene del Señor, creador del cielo y de la tierra.

   Creador del cielo y de la tierra...

   Creador del cielo y de la tierra...

   Mi socorro viene de aquél que creó el cielo y la tierra, de nadie más. Ése es mi verdadero socorro. La patrona no creó el cielo y la tierra... ¿Osea que ella no es mi socorro?

—Ya basta —dijo Emmanuel al cerrar sus ojos y tapar sus oídos con sus manos —. Basta de pensar tanto en cosas que... No son las correctas.

   Emmanuel salió de su cuarto y cerró la puerta para luego apoyar su espalda a ésta y suspirar. Su mirada luego se posó en la patrona, quien estaba rodeada de velas y acompañada también por dos floreros hermosos. Para Emmanuel era imposible creer que la patrona no tuviera importancia en los actos religiosos, ya que para el chico y para muchas personas más la patrona representaba la divinidad de una mujer humilde y santa que protege a todos.

Ojos abiertos [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora