|Capítulo 7|

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Dios conoce los caminos del hombre, y vigila cada uno de sus pasos.

–Job 34:21–

Dios lo sabe todo.

*Horas antes de lo sucedido*

   Eduardo y Eloisa ya habían orado como era de costumbre antes de dormir por la noche. En su oración los acompañaron Adrián y Aurora, quienes no se negaron a unirse. Emanuel ya se había ido a su casa hace unas horas, así que lo siguiente que haría es descansar.

   El bebé Mateo ya se había dormido, así que Aurora con cuidado se acostó en la cama para no despertarlo. La mirada de la chica se posaba en el techo de su habitación, logrando de esa manera pensar en todo lo que ha sucedido en su vida.

   Huir de los padres de Mateo fue una decisión que ella tomó por su propia cuenta, y desde el principio ella sabía que eso le podía traer muchos problemas, de los cuales pronto tendría que enfrentarse.

   Las horas de la noche fueron avanzando, trayendo un frío bastante presente por todo el lugar. Aurora estaba arropada con una sábana junto con Mateo, y por alguna razón aún no podía conciliar el sueño.

   Los sonidos de la cama de Adrián ella los podía escuchar claramente, ya que siendo su vecina de habitación podía escuchar los ruidos de la otra habitación, y además la pared no estaba hecha hasta el techo por completo.

   Adrián aparentemente tampoco podía conciliar el sueño ya que sus pensamientos únicamente eran las escenas de las miles de cosas que ha pasado. La incertidumbre rondaba por su cabeza, y las ganas de saber lo que está pasando en la ciudad crecen más y más en él. Su vista luego se posó en la pared a su lado, recordando de esa forma que tenía a una peculiar vecina durmiendo en la siguiente habitación.

   Adrián quería por un momento olvidar sus pensamientos, así que sin esperar una respuesta de parte de su vecina decidió hablar de todas formas.

—No tengo nada de sueño —confesó el chico, mirando hacia el techo, y para su sorpresa su peculiar vecina logró responderle.

—Yo tampoco puedo dormir —comentó Aurora, un poco indecisa en responderle.

—Hace mucho frío.

—Demasiado.

—¿Habían montañas donde tú vivías?

—Sí, pero se veían lejos. ¿Tú ya habías venido para acá?

—Cuando era pequeño, pero luego no quise venir más.

—Entiendo. Ahora fíjate, vuelves a estar aquí después de mucho tiempo.

—Sí, es increíble.

—¿Y por qué decidiste volver? ¿Pasó algo en particular? —preguntó Aurora con suma curiosidad.

—Tuve algunos problemas, es todo.

—Claro, entiendo que no quieras hablar de eso. Perdón por ser tan imprudente.

—Tranquila, no pasa nada. ¿Y tú? Me llama la atención ver a una chica como tú en las montañas con un niño pequeño. Por tu apariencia no creo que seas de campo, más bien luces muy sifrina.

—Ciertamente no soy de aquí, y gracias por lo de sifrina, no me molesto por eso —comentó Aurora, mostrando una pequeña sonrisa, logrando que Adrián también sonriera —. Vine huyendo del papá de mi hijo.

—¿Es un hombre malo?

—Sí, lo es.

—¿Y piensas quedarte aquí para que él no te consiga?

Ojos abiertos [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora