Las palabras del Señor son puras. Son perfectamente puras, como la plata refinada en el crisol.
–Salmos 12:6–Las palabras de Dios.
Emmanuel caminaba entre los árboles, sintiendo el viento fresco por su rostro. Miles de hojas secas de árboles permanecían en el suelo, siendo arrastradas de un lado a otro por el viento. El chico caminaba hacia una dirección en especial, y cuando pudo llegar a su destino no dudó en mirar a su alrededor. Los árboles permanecían a la lejanía, y aquél hueco de entierro permanecía vacío y con cierto monte haciéndole de adorno.
Rómulo.
Aquél nombre particular relucía con claridad, siendo las únicas palabras entendibles en la madera que permanecía en la cruz de palos.
Emmanuel ha conocido a muchos Rómulos, pero todos ellos aún están vivos. No recuerda a un Rómulo que esté muerto en este momento, y mucho menos que haya muerto en la montaña.
Fijando más su mirada pudo percatarse que en lo más profundo podía visualizar una especie de hueso; pero no podía certificarlo ya que estaba a una larga distancia y un poco oscuro.
Emmanuel frunció su ceño y se agachó para querer tener una mejor visión de aquél peculiar objeto; pero cuando escuchó un ruido a la lejanía, no dudó en voltear para fijarse de que alguien lo estaba visualizando desde los árboles. Emmanuel se levantó con cuidado, frunciendo más su mirada para buscar un mejor detalle de aquella persona.
—¿¡Eres tú, Adrián!? —preguntó Emmanuel en voz alta; pero aquella persona no respondía, aún seguía mirándolo detrás de un gran tallo de árbol.
—¡Aléjate de ese lugar! ¡Trae mala vibra! —gritó aquél hombre, haciendo que Emmanuel entendiera que aquella no era la voz de Adrián.
—¿¡Quién eres!? ¡Acércate para hablar mejor! —gritó Emmanuel, dando pequeños pasos hacia el frente.
—¡Simplemente aléjate de ese lugar! ¡El hombre malo puede hacerte daño!
—¿¡Él hombre malo!? ¿¡De quién hablas!?
—¡El hombre de los ojos negros. Huye de él! —gritó el hombre a la distancia, pudiendo luego correr para marcharse.
—¡Hey, espera! —gritó Emmanuel, corriendo para seguir a aquél hombre entre los árboles.
Emmanuel estaba entrando a un territorio nuevo de la montaña; pero no le importaba. Necesitaba conseguir respuestas, y el hombre al cual seguía de seguro podría tenerlas. Dicho hombre corría en medio del bosque como si ya conociera cada lugar, a diferencia de Emmanuel. El aullido de unos lobos hizo que Emmanuel se detuviera rápidamente, sintiendo su corazón acelerar a un ritmo desesperado por la velocidad en que su cuerpo corría. El hombre misterioso no se detuvo, y con pasos rápidos y ágiles logró perderse entre los árboles. Los aullidos de los lobos volvieron a escucharse, así que Emmanuel decidió por devolverse para evitar meterse en algún problema.
Durante el camino a su casa, Emmanuel seguía pensando en las palabras que aquél hombre misterioso le había dicho.
¿De dónde habrá salido aquél hombre?
¿A dónde habrá huido?
¿Quién es el hombre de los ojos negros?
Esas preguntas, junto con otras más, no dejaban de rondar por la mente del chico; pero al llegar a su casa, todas esas preguntas desparecieron.
Un auto muy conocido por él estaba estacionado frente a la casa. Cuando aceleró sus pasos abrió la puerta de la casa, y justo como pensó pudo encontrarse a sus padres en medio de la pequeña sala. Ambos estaban discutiendo por alguna razón; pero al mirar a su hijo, detuvieron sus palabras para poder detallar el aspecto de él.
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Ojos abiertos [En pausa]
SpiritualLas tinieblas quieren ocultar la luz para siempre; pero no es tan fácil. Emmanuel Cisneros es un joven de veintidós años de edad que está en proceso para ser el futuro sacerdote de su pueblo. Muchas de las personas que lo miraron crecer desde peq...