|Capítulo 4|

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Hay caminos que el hombre considera buenos, pero que al final resultan caminos de muerte.

–Proverbios 16:25–

La vida del hombre en la tierra.

   Emmanuel se había levantado temprano para revisar el estado de su jardín, pudiendo apreciar de esa forma que las diversas flores lucían tan hermosas como siempre. La tierra estaba mojada, y su olor era inevitable no percibirlo.

   Todo permanecía en pleno silencio, lo único que se lograba escuchar eran algunos pájaros que pasaban volando en dirección a algún lugar.

   En la montaña Emmanuel recibía la paz que tanto había anhelado sentir. De hecho, pensó en la idea de que sus padres pudieran venir un tiempo para que calmen sus afanes de la ciudad y sus trabajos; pero sería algo frustrante para ellos ya que no están acostumbrados a vivir entre árboles y tierra.

   Los pensamientos de Emmanuel viajaron luego a recordar los ojos de Aurora. Aquellos ojos color avellana estaban llenos de dolor y misterio, sobre todo dolor. Pero aquél abrazo... Para Emmanuel fue de mucha importancia. Nunca le ha gustado que una persona sufra por algún dolor, y el hecho de que Aurora lo haya abrazado le había agradado al chico.

—¡Ya estamos listos! —informó Aurora desde el porche de la casa. Emmanuel volteó a mirarla y luego le mostró una pequeña sonrisa a ella y a Mateo.

—¿Comieron lo que les preparé?

—Sí, hasta pude lavar los platos y organizarlos en la cocina.

—Sabes que no era necesario, yo mismo los hubiera lavado —le comentó Emmanuel, caminando hacia ella.

—Me gusta colaborar en los lugares donde me ayudan —comentó Aurora, acomodando al pequeño Mateo en su brazo derecho.

—A ver, te ayudo con los bolsos —dijo Emmanuel, tomando los bolsos que la chica llevaba sobre sus hombros.

—Gracias, Emmanuel.

—No hay de que. ¿Lista para irnos?

—Completamente —afirmó la chica con una gran sonrisa.

—Muy bien, entonces comencemos a caminar.

—¿Es muy lejos la casa de tus vecinos?

—Algo así; pero tranquila, llegaremos en cuestión de minutos —le informó él para luego empezar a caminar. Aurora lo siguió desde atrás mientras veía en algunas ocasiones el suelo para saber bien por dónde colocaba sus pisadas para no caer en un charco o tropezar con una piedra.

   Los minutos fueron pasando; en medio del camino Emmanuel ayudaba a Aurora para que tuviera cuidado con el suelo resbaloso, el cual permanecía así por la lluvia. Mientras ellos más caminaban pudieron escuchar el sonido del río que va en dirección a una quebrada. Aurora mostró una amplia sonrisa cuando pudo escuchar el sonido del río, ya que eso significaba que pronto podían cruzarlo para llegar al otro lado.

—No creo que la corriente esté tan fuerte —comentó Emmanuel mientras caminaba.

—A pesar de que los mosquitos son fastidiosos no te niego que me alegra escuchar el sonido del río —dijo Aurora, espantando con su mano libre los mosquitos alrededor de ella y de Mateo.

—Luego te acostumbras a ellos. Quizás están contentos por saber que encontraron sangre fresca —bromeó Emmanuel, dejando escapar pequeñas risas.

—Detesto los mosquitos. Mi sangre creo que es muy dulce y deliciosa para ellos.

Ojos abiertos [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora