|Capítulo 5|

17 3 8
                                    

El principio de la sabiduría es el temor al Señor. Quienes practican esto adquieren entendimiento y alaban al Señor toda su vida.

–Salmos 111:10–

Piensa y reacciona.

   Aurora caminaba por los alrededores de la casa de Eduardo y Eloisa para conocer un poco más el lugar. Sus ojos pudieron visualizar todo el cultivo que Eduardo había plantado, el cual lo mantenía con mucho cuidando, producto de todo su esfuerzo.

   La paz que Aurora sentía le hacía mostrar una sonrisa amplia en su rostro, dejando que además sus pulmones se llenaran por completo del oxígeno del lugar donde estaba.

   Un fuerte viento logró hacer acto de presencia por toda la casa, logrando que Aurora sonriera aún más mientras sus ojos se cerraban para sentir con más calma el viento en su rostro. Las hojas de los árboles eran llevadas por el aire hasta luego caer en el suelo, donde pudieron seguir andando sin rumbo fijo hacia otros lugares del terreno.

   Aurora procedió a abrir sus ojos nuevamente para luego voltear en dirección hacia el chinchorro donde estaban aún acostados Emmanuel y Mateo. Ambos no dejaban de soltar pequeñas risas mientras jugaban juntos a hacerse cosquillas, obviamente Mateo era quien más reía ya que le gustaba que Emmanuel jugara con él. Esa escena entre los dos hizo que la sonrisa de Aurora se mantuviera en su rostro para luego cruzarse de brazos y caminar hacia ellos.

—Algo me dice que ambos se harán mucha falta —comentó la chica sin ocultar su sonrisa.

—Los extrañaré a ambos en la casa, pero de igual manera vendré en algunos días para visitarlos. Digamos que no se podrán deshacer de mi tan fácil —comentó Emmanuel mientras limpiaba con un pañal de tela la saliva que corría por la boca de Mateo.

—Emmanuel, ¿crees que sea correcto quedarme aquí con Eloisa y Eduardo? Lo digo porque ahora apareció el sobrino de ambos.

—Créeme cuando te digo que Eloisa no te dejará ir. Ella muy bien sabe que no es correcto que tú y yo vivamos en un mismo techo en medio de esta montaña. Quizás dejen que su sobrino se quede aquí; pero no te dejarán ir conmigo.

—No quiero incomodar a nadie. Quizás me pueda ir al pueblo, lo digo porque el sobrino de Eduardo y Eloisa pudo subir hasta acá. Quiere decir que el camino puede estar despejado y seguro.

—¿En qué quedamos, Aurora? Lo mejor es que estés aquí por un tiempo para esperar a que el papá de Mateo calme su molestia. Además, aquí puedes pensar mejor en lo que harás de ahora en adelante. Tranquila, te prometo que estarán bien en este lugar.

—Eso espero, porque realmente no quiero incomodar a nadie.

—No incomodas, Aurora —dijo Eloisa al salir de la casa mientras limpiaba algunas lágrimas que corrían por sus mejillas. Ella pudo acomodar mejor sus anteojos y luego se cruzó de brazos para así mostrar una amable sonrisa —. Ya quedamos en que te quedarías aquí con tu hijo.

—Gracias, señora Eloisa; pero... ¿Y su sobrino?

—Adrián también se quedará aquí con nosotros, dormirá en el otro cuarto —explicó Eloisa —. Eduardo está terminando de hablar con él para explicarle mejor algunas cosas.

—¿Está todo bien, Eloisa? —le preguntó Emmanuel, un tanto curioso por el rostro lleno de tristeza de la mujer —¿Pasó algo con tu sobrino?

—Adrián... Tiene algunas cosas que solucionar en su vida, así que nos tocará orar por él. Por los momentos puedo enseñarte tu cuarto, Aurora. Trae tus cosas para que las acomodes —le pidió Eloisa a la chica, quien tomó su bolso y la pañalera para luego seguir a Eloisa hasta adentro de la casa.

Ojos abiertos [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora