|Capítulo 13|

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Si hablo, mi sufrimiento aumenta; si guardo silencio, el dolor no me abandona.
–Job 16:6–

Sufriendo en silencio.

   Aurora cambiaba el pañal de Mateo mientras el pequeño niño permanecía quieto con sus dedos en la boca. Ella lo veía con mucho amor y no dudaba en ningún momento sonreír, ya que le gustaba verlo así de feliz. Quizás el pequeño bebé no era su hijo, pero lo amaba como si lo fuera.

   Los padres de Mateo no cuidaban de él, simplemente se preocupaban de ellos mismos. El bebé lloraba por varios minutos cuando no comía, y eso a Aurora le producía mucha impotencia. Él no merecía crecer así, y mucho menos pagar por lo errores que sus padres cometían. Fué por eso que Aurora decidió llevárselo de aquél lugar, al cual le había prometido a Mateo que nunca más volverían.

—Te amo, mi niño —le dijo ella al pequeño cuando terminó de colocarle el pañal nuevo —. Quizás yo no tenga mucho para darte, pero tienes todo mi apoyo para ayudarte a seguir adelante y crecer como un niño bueno.

   Aurora se acercó hacía la barriga del pequeño Mateo, pudiendo así hacerle cosquillas con su nariz. Mateo reía ante las cosquillas y luego pasó sus manos llenas de saliva por los cabellos de Aurora, haciendo que Aurora se alejara de él y expresara sorpresa por lo que el niño había hecho.

—Oye, acabas de pasar tus manos llenas de saliva por mis cabellos.

—Mamá.

—Sí, Mateo. Tu mamá es muy exagerada —comentó esta vez Adrián, apoyándose al umbral de la puerta mientras con una toalla limpiaba su húmedo cabello.

—Menos mal me hiciste caso de bañarte. ¿En serio pretendías quedarte así toda la tarde?

—El agua de la quebrada no estaba tan sucia.

—Sí lo estaba, recuerda que anoche había llovido. El río de la montaña llega a arrastrar un poco de tierra cuando llueve.

—Bueno, pero no estaba tan sucia —siguió defendiendo Adrián para luego adentrarse al cuarto y después sentarse a la orilla de la cama —. Eres una buena madre, Aurora. Quizás no tengas mucho dinero para ofrecerle una vida económica estable a Mateo, pero estoy seguro que mucho amor sí tienes para ofrecerle.

—Mateo es muy especial para mí —comentó ella, sentando a Mateo en su pierna derecha.

—Obvio, es tu hijo.

—Claro, mi hijo.

   Aurora mantuvo una sonrisa pequeña en sus labios, deseando dentro de ella que Mateo realmente fuera su hijo.

—¿Cómo se llama el papá de Mateo?

—Julio Lanz, ese es su nombre —contestó Aurora, sonando muy segura en sus palabras.

—Osea que Mateo se apellida Lanz.

—Algo así.

—¿Algo así?

—Creo que deberías salir del cuarto, Adrián. No quiero que cuando Eloisa y Eduardo regresen nos vean juntos otra vez aquí en mi cuarto.

—Tranquila, dudo que ellos vengan ahora. De seguro se tardarán hablando con Emmanuel.

—De igual forma vete. No quiero más problemas.

—¿Estás molesta conmigo por lo del beso que nos dimos?

—Adrián...

—Ya te pedí perdón, Aurora. Me dejé llevar por el momento. Aunque no te niego que me gustó.

Ojos abiertos [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora