Capítulo 3

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De la piel hacia adentro

Tu deber no consiste en alcanzar el éxito,

sino en hacer lo correcto.

Cuando lo hayas hecho,

el resto le pertenece a Dios.

C. S. Lewis

estas alturas ya eres un traficante, y si cometes el crimen de llevar autoestima allí donde no hay, notarás un cambio en las personas que te rodean. Sentirás el efecto de ese estimulante y de cómo hace de las suyas en aquellos que no se atrevían a ver dentro de sí.

Cuando las personas creen en su potencial y tienen una autoestima equilibrada que no los hiere —ni a quienes les rodean—, el éxito se convierte en la única posibilidad. No obstante, para lograrlo se requiere mucho más que solo talento, son indispensables tres grandes componentes adicionales. El primero de estos consiste en una furiosa disciplina y en la aplicación de herramientas necesarias —de lo cual hablaremos unos capítulos más adelante —; el segundo aspecto radica en saber qué es el éxito para nosotros, cómo podemos comprenderlo y qué debemos hacer para asegurarnos de que estamos en el camino correcto. La plenitud espiritual es el ingrediente final, porque sin eso no hay éxito, ni posible ni sostenible.

Te preguntarás por qué es tan importante definir el éxito. La razón es muy sencilla, y es que hay mucha gente que dice querer ser exitosa, cuando lo que en realidad desean es ser famosas. Los reflectores nos deslumbran por completo. Hemos creído que mientras sintamos el fulgor del flash en el rostro y el estallido del click en el ego andamos por el camino correcto. La avidez  nos ha hecho olvidar la misión.

La codicia no solo crece en los bolsillos, también se esparce como maleza en nuestros corazones. Cada día necesitamos más y más reconocimiento sin que sepamos realmente para qué lo queremos. Hemos olvidado para qué nacemos, hemos abandonado por completo el propósito de nuestros sueños.

En mi andar diario conozco cada vez más personas de diferentes lugares que comparten una ambición: pretenden el éxito sin aguardar el fracaso. Son gente que quiere la vida sin vivirla, la cosecha sin siembra, la victoria sin batallas. Quieren utilidad, pero sin generar ventas; ventas, sin estrategia; estrategia, sin conocer a los clientes; clientes, sin recursos para atenderlos; recursos, sin darles las herramientas y herramientas, sin pagar por ellas. 

Hay personas que quieren obtener un título sin estudiar, dan más valor a un diploma en la pared que al conocimiento en sus cabezas. Estamos tan obsesionados con la velocidad, que lo que nos interesa es generar dinero y hemos dejado de lado la preparación de la vida, que consta de dos dimensiones: la preparación humana y la profesional.

Queremos construir un mundo

gigantesco, pero no estamos

dispuestos a colocar ni un minúsculo ladrillo.

Por lo regular admiramos aquello que no tenemos. Solemos desear desde una perspectiva hueca considerando que nuestras carencias son más grandes que nuestra plenitud. Sin duda en el deseo inicia la marcha para conseguir un sueño o una meta, es la chispa hacia la prosperidad o el ensanchamiento de nuestros sembradíos. Pero debemos acomodar este deseo con sabiduría; primero necesitamos hacer un conteo real y objetivo de nuestros talentos y dones, conocer dónde estamos parados. De esta manera podremos trazar una estrategia con puntos y comas, y estaremos listos para la improvisación necesaria que exige la incertidumbre del emprendimiento.

INQUEBRANTABLES DANIEL HABIFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora