Carta a un pueblo oprimido

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Tú que has tenido que partir de tu tierra, aunque cada segundo extrañes el olor de tu hogar, los ruidos de tu barrio y la risa de tu abuela, debes saber que no estás solo. Cuentas con miles de antorchas humanas que, como atalayas unidas a kilómetros de distancia, te enviamos una señal de esperanza porque sabemos que has salido a buscar refuerzos. Ves sangrar a tu patria y has enmudecido ante la bestialidad humana. Estamos aquí porque la mejor herramienta de progreso es la edificación mutua; sin tener en cuenta nacionalidad u origen, todos en algún momento hemos sentido la necesidad de servir a otros. Nuestra tierra lleva mucho tiempo en sufrimiento. Habitamos un continente que lleva siglos recibiendo el azote de generales y caudillos, «hombres fuertes», que en su debilidad han conducido sus naciones como haciendas personales. Ellos nos acostumbraron a tener instituciones débiles y constituciones a su medida. Sin haber abierto un libro, colgaron su retrato en las escuelas; causantes de las mayores heridas, pusieron su nombre en los hospitales. Se sucedieron en sangrientas revoluciones a las que nunca enviaron a sus hijos y nos arrancaron la libertad que nuestros próceres nos dieron. Un viento frío subió del sur, un soplo helado de muerte y tortura; un vaho sofocante descendió del Caribe, una fumarada de opresión y miseria. Millones salieron de sus países, atravesando los Andes o lanzándose al mar en frágiles tablas, más dispuestos a ahogarse o a congelarse que a tolerar la agonía de morir en vida. Nuevamente vivimos una oleada de luchadores que cruzan la cordillera, el istmo y el estrecho en búsqueda de una libertad que les fue arrebatada. En tanto, los nuevos caudillos salen de los retratos y se hacen figuras fotogénicas, cambiando las miradas severas por el populismo y las barbas desaliñadas por la grandilocuencia. Todos se valen de la trampa barata de poner a unos contra otros. Mientras nosotros nos odiamos, ellos alimentan sus fortunas personales y mantienen con vida a la ponzoña que les hapervertido. Ellos enriquecen y tú padeces recibiendo humillaciones fuera de tu patria o viéndola sufrir, dentro de ella. Pero en esta vida se necesita una simple chispa para acabar con la oscuridad, frota tus piedras internas para iniciar el nacimiento de la luz. Portar la claridad es un acto de valentía, ya que caminar en tinieblas es para personas con temperamento y carácter, pero sobre todo con firmeza y arrojo. El fuego se crea, pero solo si se provoca; su luz es consecuencia de una reacción que por añadidura da calor. Hoy la tarea no es iluminar el exterior, sino el mundo interior. Más que encender la luz, el reto es saber cuál luz prender. Te doy las gracias por resistir el peso del dolor, por soportar la indiferencia, por no darte por vencido y curtirte en el terror. Hay que ser muy valiente para sonreír cuando se está quebrado por dentro y no tener otro remedio que dejar el lugar que amas o entregar la vida por su libertad. Gracias por darnos a todos un motivo profundo para defender nuestras convicciones y valorar nuestra democracia. Tu trabajo es hacer de la realidad un plano más profundo, es decirle al mundo moderno y a la realidad distorsionada que con tus sueños no se juega. Tu trabajo es enfrentar la desquiciada ironía del pragmatismo, y derrumbar la falsa imagen que intenta exportar la miseria a todos los lugares. No dejes de soñar: tú no perdiste tus sueños, solo te nublaron la vista, pero hoy has recuperado la visión. He venido a decirte que la generación que perdió sus sueños y se gestó en las cadenas se levantará para acabar con la esclavitud. Los países de nuestra tierra que sufren la opresión no verán su muerte, sino un renacimiento. Y pronto, muy pronto, tú dormirás como Dios te trajo al mundo: sin miedos, sin cadenas, sin hambre y sin dolor. Aquellos que tuvieron que huir, regresarán a su hogar, recuperarán su resplandor y su luz no será pasajera; de las entrañas del dolor nacerán naciones que darán brillo al mundo. Los gobernantes que hoy pisotean al pueblo con vulgaridades y quimeras sabrán que el líder más poderoso no es quien posee ejércitos y fortunas, ni quien goza de un centenar de sirvientes o un millar de mujeres, ni el que domina a las masas con miedo y terror. El líder más poderoso del mundo es aquel que ama más a otros que a sí mismo, aquel que conquista sin dejar un rastro de sangre, el que desarma ejércitos y abre fronteras, el que trafica conel bien. Cuando muerdan el polvo porque sus aliados les morderán los tobillos, les arrancaremos esos trajes llenos de medallas y revelaremos los niños miedosos que siempre fueron, pero que hoy usan el terror para esconder su debilidad. Mira bien a este mexicano con corazón de arepa, que late con versos de Rubén Darío y sufre taquicardias al ritmo del son, que te dice que siempre habrá días difíciles, donde el dolor será paralizante, pero nada es para siempre. Pudiste haberlo perdido todo estos últimos 10, 20 o 60 años, pudieron haberte robado todo, pero aún tienes vida para recuperarlo todo. Hoy lo intentaremos de nuevo, porque ha llegado el momento de obtener una victoria total. La única manera de acabar con el mal es estar enfocados en el bien; no hay fronteras entre nosotros. Muchos te dirán mañana que ya no vale la pena luchar, pero falta poco para que esas lágrimas tengan su recompensa, y esas heridas sean transformadas en sonrisas. Es tiempo de limpiarse y sacudirse el polvo, de aprender que de las malas rachas nacen las buenas etapas. Surgirás indestructible como el diamante. A partir de hoy, solo hablarás de victorias. Y aunque la vida nos tumbe los dientes, sigamos firmes porque nada ni nadie puede detener a un continente que jamás se da por vencido. Doblemos las rodillas e impulsémonos con ella para que las fronteras sean abiertas y lo que toque Dios jamás sea cerrado. América. Ruge, ruge. ¡Ruge! No es tiempo de tenerle miedo a la vida, sino de que la vida nos tema a nosotros. ¡Dios te bendiga!

INQUEBRANTABLES DANIEL HABIFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora