Capítulo 17

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¿Quién eres para que el otro sea?No importa cuán angosta sea la puerta,ni cuán plagada de castigos la sentencia.Soy el amo de mi destino:soy el capitán de mi alma.William Ernest Henley


Muchas de nuestras angustias provienen de las relaciones con los demás:
con nuestros padres, familiares, compañeros de trabajo y, como no, de las
relaciones de pareja, a las cuales les dedicaremos su propio espacio.
Es, en buena medida, nuestra incapacidad para comprender al otro, sus
motivaciones y perspectivas, lo que termina poniéndonos en situaciones de
conflicto y dolor. Una de las cosas que hacemos peor es interpretar lo que
esperan de nosotros, lo que piensan de nuestro andar y la posición que nos
dan en su vida.
Todos somos diferentes. Por mucho que los gobiernos hagan intentos por
igualar, nos las arreglamos para seguir siéndolo; aunque los ideólogos lo
pretendan, es imposible que descosan el diseño universal. La diversidad es
hermosa; y si no somos iguales, lo más sensato es que nuestros resultados y
visiones de la vida tampoco lo sean. Somos metafísicamente distintos.


Sumando miradas es posible formar un solo horizonte.


Por algún motivo pertenecemos a una sociedad en la cual se penaliza el
éxito ajeno cuando nuestra reacción debería ser estrictamente la contraria.
Deberíamos celebrar los talentos de otros, no condenarlos. ¿Cuándo nos
daremos cuenta de que la suma de virtudes nos hace mejores? El avance
colectivo agrega valor. No deberíamos ridiculizar, ni desvalorizar a quienes
llegan al éxito. Respóndete quién eres antes de preguntarte por qué la vida de
otros es mejor que la tuya. El mundo no cambia, pero tú sí puedes cambiar el
mundo en que vives. En ese metro cuadrado donde caminas, tú eres quien
manda y nadie más.
Todos debemos preguntar de manera muy concienzuda qué gobierna
nuestras vidas. Todos tenemos algo que nos guía y debemos tener muy claro
quién o qué produce ese movimiento. Todos debemos saber si tenemos bien
tomado el volante de nuestro destino o si lo maneja alguien más.


Los amargados sienten los abrazos medios vacíos.

Daniel Habif.

¿Te dirige un temor constante? ¿Un problema? ¿Una angustia? Hay vidas
que son regidas por la droga, por el sexo, por una emoción o una
equivocación. Muchos deciden sus pasos en función de lo que piensan otros,
incluso de las opiniones de gente que ni conocen y que tienen la osadía de
demolerles al amparo de una pantalla.
Hay personas que persiguen la zanahoria de una duda o de una deuda, del
dinero o del poder ¿Qué te dirige? He conocido cientos de personas cuya vida
es regida por la culpa. Este es un sentimiento terrible, un tumor que debes
extirpar. Hay miles de sentimientos y emociones que pueden estar dando
vueltas al timón de tu existir. Vivimos huyendo. En ocasiones vivimos en una
constante huida, deseamos escapar de los errores y nos ocultamos en la
vergüenza que estos nos han causado: de allí proviene la culpa.
Quienes arrastran culpas son asesinados por sus recuerdos y permiten que
su futuro sea controlado por su pasado; sin advertirlo, se castigan. La culpa es
una autoflagelación innecesaria; de hecho, al sentirla buscas proteger tu ego y
justificar los errores o la falta de dominio propio. Pero nadie es digno de
juzgarte, así que deja de hacerlo tú.
Aquellas personas que no logran superar la culpa le abren camino a la ira y
los que la albergan, estallan, tarde o temprano. ¿Conoces a alguien que la
haya convertido en ira? Quien lo hace se enclaustra, interioriza el dolor y lo
refleja en cada paso que da, para luego descargarlo sobre los otros.
Analízalo: ¿alguna vez te ha pasado algo bueno cuando experimentas un
ataque de ira?, ¿alguna vez te ha sucedido algo extraordinario mientras sufres
resentimiento? No, ¿verdad que no?
Es posible que la persona a quien le guardas rencor, o aquella en quien
reflejas tu culpa, viva feliz, e ignore por completo tu existencia; puede ser
que ya ni recuerde ese evento que te perfora el alma. Puede que esa persona
duerma tranquila mientras tú hierves por dentro; ella da sus pasos hacia el
futuro y tú aniquilas tu presente por anclarte al pasado. Si vives de este modo,
si no te has desenganchado del dolor: le has entregado el control de tu
destino.

INQUEBRANTABLES DANIEL HABIFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora