Carta a los hipócritas

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Deja de preguntar cuál es mi religión. No conseguirás hundirme diciendo que es distinta a la tuya, porque entre más insistas en destruir a los que no profesan tu credo, más me empeño en disminuir su sufrimiento; entre más separes a las personas por cómo piensan, más uno a la ciencia con el espíritu, a la razón con el corazón; entre más escarbes en el bolsillo de los pobres, más les daré a los que tienen mentalidad de rey y no de mendigo; entre más censures a los que no adoran a Dios de la forma en la que tú lo haces, más elogiaré a los sucios y a los que reprobaron en espiritualidad. Mientras me exiges que muestre mis frutos, tú te pudres sin madurar. Sudo por imitar a Cristo, no a quienes se hacen llamar cristianos. Él dijo que Sus seguidores serían conocidos por su amor y misericordia, no por sus pancartas de protesta, juicios apresurados y confrontación nociva a la cultura que les incomoda. Predicas la eternidad, pero vives como si nunca quisieras alcanzarla. Mientras tú quieres que te llamen «religioso», yo no espero más que abrazar a Cristo, representarlo a plenitud y vivirlo intensamente. Quiero ser luz en el mundo, no la estrella de una iglesia; quiero que la gente siga sus sueños, no los míos. Soy de esos que no califican para seguir a Jesús, pero aun así lo hacen. Si me llevas la contraria, yo te llevo a besos. Te escudas en la Biblia sin refugiarte en ella. La ves como un muro que excluye, no como la inmensa sala que da la bienvenida a quienes necesitan de su amparo. Citar versículos y pegar gritos de «la Biblia dice» no te llevará a ninguna parte si no la aplicas primero en ti. No será suficiente decirle al mundo que según Mateo esto o que según Lucas lo otro; en lugar de condenar a quienes no la conocen, sé tú la Biblia viva de quienes no la leen. Dios es más grande que un simple concepto, que una etiqueta; Dios es mucho más que una tradición conservada en un edificio de metal. Dios es Dios para todos y no solo para los que piensan como tú. Deja de separar el mundo entre religiosos y laicos, deja de aislarte en una burbuja para no ser infectado. Qué fácil es pensar que estás iluminado cuando en realidad caminas con la luz de otros. Los prejuicios modernos, la postiluminación y la severa ignorancia con la que miras las Escrituras te han llevado a trivializar la Palabra y a convertirla en historietas mágicas, lejos de la majestuosidad de su sabiduría, la cual se debe estudiar, pero, antes que nada, se debe vivir. Deja de tachar mi lenguaje. No me disfrazo de perfecto. No soy de quienes hablan en lenguas exquisitas y no controlan la que tienen. Sé que en ocasiones mis palabras son altisonantes, pero las prefiero a tu prédica del odio. Pienso que no hay cumbre que no se pueda alcanzar de rodillas. Todos los días me enfrento a mi ego y lucho por dominarlo, aunque algunas veces pierdo la batalla. Me sumo a los incongruentes, a los que aún tienen mil heridas por sanar. Yo también he sido piedra en el camino de alguien más. Esta obra que ves aún no está terminada, se sigue perfeccionando, porque no soy yo el alfarero que la esculpe, sino el barro que es moldeado por el Artesano del cosmos. Creo en el amor sin condición, en el amor a los enemigos; creo en un amor que no contemple un listado de pruebas por cumplir. No me detengo a ver si alguien merece mi abrazo o no. Solo al final sabré si lo hice bien o mal.Doy mi voz imperiosa a quienes temen gritar la suya. No pretendo formar un ejército de borregos, ya son muchas las ovejas: ayúdameee, cuídameeee, órameeee. Veo que hay demasiados que, en vez de esquilar a su rebaño, lo trasquilan. Este mundo no necesita más ovejas, necesita líderes dispuestos a vivir a la vanguardia de todos los flancos, el llamado es a la osadía, no a un festín. Mientras tanto, te niegas a asumir esa batalla, te justificas diciendo que desde tu trinchera haces lo que puedes. Pero es que el toro siempre se verá manso desde la barrera. Desde la comodidad de las tribunas, cualquiera grita «¡Olé!». Reprochas mi verbo, pero cambiaste las palabras «amor» y «misericordia» por «apóstata» y «falso profeta». La victoria está entre lo que piensas y lo que sientes, la lucha entre lo que quieres y lo que haces, la gloria entre el por qué y el para qué. Nadie va a encerrar a los responsables de tus inseguridades. No hay historia más triste que la de la persona cuya vida fue una hoja en blanco, pero su cobardía permitió que fueran otros quienes escribieran sobre ella.Deja de culparme por lo que soy. Te advierto que la verdad aplasta a la gente falsa. Cállate si vas a enjuiciar, cállate si vas a criticar. El malvado culpa a Dios. El religioso al diablo. El fariseo al dinero. El legalista al libertario. El necio no sabe a quién culpar. El soberbio culpa a los demás, y en la tumba del soberbio está enterrado el necio. Mira lo bueno, busca lo bueno, no dejes de mejorar y de crecer. Dame la mano y no paremos de hacer el bien, no usemos nuestra vida en pensar y desear el mal, sigamos con sabiduría aquellos caminos que nos roban la paz; tomemos lo mejor de la gente y de los que nos rodean, llenémonos de gozo, seamos un poco «menos malos» y un poco «más buenos»; y si no sabes ser bueno, no te preocupes, para ti también hay un espacio en la mesa celestial. Busquemos la prosperidad de adentro hacia afuera, pero sobre todo busquemos lo mejor para los demás y compartamos nuestro pan con todos aquellos que necesitan una porción. Sé sabio en los errores y humilde en los aciertos, ámate en la oscuridad y no te encandiles con la luz. Yo no sé cuál sea tu propósito de vida, pero si aún no adivinas cuál es, ve y sirve a los demás. Te aseguro que ahí encontrarás una mina inagotable de paz, gozo y felicidad. La próxima vez que veas a alguien vacío, llénalo de amor, no de juicios.

INQUEBRANTABLES DANIEL HABIFDonde viven las historias. Descúbrelo ahora