06. Gravedad

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Capítulo 06. Gravedad


Normalmente, a medida que pasa el tiempo, las personas comienzan a olvidar su vida pasada. La mayoría, no recuerdan sus primeros pasos, sus primeras palabras, o el mismo día que nacieron, incluso solo poseen recuerdo vagos hasta la edad de los siete u ocho años. Reconozco que yo apenas recuerdo lo que hacía con seis años, pero hay excepciones. Dazai no es una de ellas, aunque sea por otro motivo de mayor peso.

Pero él no seguía la regla.

Él no poseía recuerdos olvidados de su infancia.

Solo era un crío de ocho años cuando fue su primer recuerdo, formado a través de sus sentidos. Primero llegó su sentido de la vista, se encontraba en una pequeña y estrecha calle, tumbado con la espalda apoyada en la pared de un edificio. La luz amarillenta de las farolas le provocaba un malestar, una inquietud que le hizo quejarse. Sus cuerdas vocales emitieron un sonido extraño, un quejido inevitable. Luego su oído, al principio notaba los oídos taponados que poco a poco se fueron acostumbrando a la presión del aire. La calle era silenciosa, de vez en cuando escuchaba ladridos de perro lejanos. Por último comenzó a sentir los estímulos del exterior. Hacía frío. Su cuerpo comenzó a temblar. Se movía torpemente, sus piernas temblaban al intentar mantener su cuerpo en pie, sus brazos no lograban estirarse para alejarse de la pared que le servía de ayuda para levantarse, sus pies le hormigueaban. A paso lento fue en busca de un lugar donde pudiera refugiarse. Caminaba sin rumbo, no sabía ni dónde estaba ni a dónde ir, pero no se detenía. Esperaba tener suerte y encontrarse a alguien que le ayudara. Un rato después se encontró a un hombre. Le miraba raro. Intentó decirle algo pero cuando por fin logró que un sonido abandonara su boca, el hombre ya se había marchado a paso rápido. La noche avanzaba y no había suerte. Estaba cansado. Finalmente calló al suelo. Sus piernas no podían más con el peso de su cuerpo. Su consciencia se desvaneció.

Solo era un crio de ocho años cuando unos chicos de su misma edad recogieron a su cuerpo tirado en el suelo, y tras comprobar de que estaba vivo, se le llevaron. Despertó en una cama pequeña, tapado por una suave sábana de color azul claro, que le protegía del frío. Se encontraba en una habitación pequeña, de paredes blancas que por la humedad habían perdido la pintura en algunas zonas y podía verse el cemento gris con tonos verdes. El techo poseía una infinidad de grietas. Por último una única bombilla que colgaba del agrietado techo iluminaba la estancia. Emitía luz del mismo tono amarillento que las farolas de la calle en la que despertó tiempo atrás. Y eso le incomodaba, aunque sus pupilas fueron acostumbrándose. Un chico de cabellos grises le observaba, sentado en una silla al lado de la cama. Era el ser más bello que había visto en su vida, un joven pelirrojo, al que finalmente había podido ver sus preciosos ojos azules.

- Por fin despiertas. - habló el chico.

Su cerebro tardó en procesas las palabras lanzadas al aire. Había estado dormido, era consciente de ello. No sabía dónde estaba ni mucho menos quien era ese chico. Esperaba que preguntándole tuviera respuestas claras. No recordaba haber aprendido a hablar, pero las palabras salieron solas, casi intencionadamente, retorciéndose en su garganta y siendo escupidas por sus labios temblorosos.

- ¿Quién eres...? ¿Dónde... estoy? - Su voz llegó a los oídos del chico de cabellos grises como un susurro. Casi inaudible, pero comprensible.

El peligris soltó una sonora carcajada ante el desconcierto del otro y lo rota que estaba su voz. - Me llamo Buchiro Shirase, o solo Shirase. Te encontramos tirado en la calle y pensé que debíamos recogerte. - Una amable sonrisa decoraba su rostro. - Tú eres...

Nacido para la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora