01. Infancia

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Capítulo 01. Infancia

18 años atrás...

La humanidad se dividía en dos. Por un lado estaban las personas comunes, con vidas comunes, ya fueran desastrosas o triunfantes, que vivían a la luz del día. Había todo tipo de seres, bondadosos, egocéntricos, amables, egoístas, manipuladores, manipulados, y un largo etcétera. Por otro lado estaban las personas con habilidades, una minoría, escondidas, ocultas por el desconocimiento de las personas comunes, que temían por sus vidas si sus secretos eran revelados. Muchas personas llegaban a tener éxito gracias a sus habilidades, para otros estas eran su perdición. Había quienes no eran capaces de controlarlas, llevándoles a una muerte casi segura, ya sea por un accidente o un suicidio por su habilidad. Los que vivían eran encarcelados por el peligro que podían suponer a la vida de muchas personas. Los gobiernos de los diferentes países del mundo se encargaban de mantener esas habilidades en secreto, aunque eso conllevara a discriminar a esas personas. Una de las medidas tomadas era el control de los negocios que podía llevar a cabo, cualquier persona que quisiera formar una empresa u organización debía pedir un permiso especial al gobierno, que era difícil de conseguir. Por lo que gran parte de las personas con habilidades acaban formando organizaciones ilegales. Otros muchos intentaban camuflarse entre las personas sin habilidades. 

"Lo mejor es fingir ser una persona normal"

Esas palabras que su madre siempre le decía desde el momento en el que su habilidad apareció.

Los usuarios de habilidades no desarrollaban una hasta la edad de los siete años. Nunca se podía saber si un hijo tendría un poder o no. Si los dos padres lo poseían, las probabilidades eran muy altas, casi del cien por ciento. Si uno lo poseía pero el otro no, la probabilidad se reducían a la mitad. Si ninguno tenía una habilidad, era casi seguro que su hijo tampoco, pero no era un cero por ciento.

Los primeros días en los que el usuario es consciente de su habilidad son complicados. Náuseas, dolor de cabeza, vómitos, fiebre, eran los síntomas más comunes. Acudir a un especialista era siempre lo mejor. Y su madre lo sabía, quería lo mejor para su hijo.

—Ve con cuidado.

—Si mamá.

Esa era su forma de siempre despedirse. Pero parecía no haber significado alguno en ir con cuidado en la mente del niño. Siempre que volvía a casa una parte de su cuerpo tenía una herida nueva. El niño delgado de tez pálida y revoloteado pelo castaño rizado, siempre vestido con unos pantalones negros y un jersey color arena sobre una camisa blanca que debía ser la única ropa que tuviera en su armario. Se bajó del regazo de su madre, se despidió con la mano del doctor y salió corriendo hacia la puerta. Cuando se escuchó el golpe al cerrarse completamente, la madre del niño soltó un largo suspiro.

—Mori... no se que hacer con él. Es muy buen chico pero temo que algún día se pueda meter en un buen lío por su inocencia.

El médico siempre escuchaba detenidamente las palabras de su amiga e intentaba darle el mejor consejo.

—Yuriko, ten un poco de fe en tu hijo. Nunca le ha pasado nada grave, realmente es un chico muy inteligente y sabe lo que hace. Además son accidentes tontos.— Recordaba cada vez que el niño aparecía con heridas leves y poco profundas de simples caídas o golpes, una sonrisa agradable y confiada se formó en sus labios —El chico solo es un poco torpe.

—Espero que tengas razón.

—La tengo, estoy seguro— Mori se levantó de su silla pegada al escritorio. caminó hacia la mujer, sentada en un banquillo al otro lado de la sala, justo delante de un estante lleno de medicamentos y todo tipo de productos. Sus pasos lentos pero decididos se detuvieron en cuando estuvo a muy corta distancia de la mujer. Se agachó y tomó sus manos. —Dazai, estará bien, te lo prometo— Sus ojos violetas miraban a los marrones de la mujer, sonriendo.  —Por ahora preocúpate más por tu propia salud. Quieres darle un hermano al chico, ¿no?

Nacido para la MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora