25 Monstruo

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—Me estaba preguntando cuando llegarías.

Jack le dedicó media sonrisa al viejo troll. Para él habían pasado apenas un par de días desde que lo había visto por última vez; para Pabbie más de trece años y aun así lo reconoció al instante. Al menos alguien aun lo tenía presente en este extraño tiempo.

—Elsa está en peligro.

—Lo sé. Su poder no llega aquí, pero se ha extendido lo suficiente para alertarnos. Y para ser amenazante. ¿Qué fue lo que pasó?

Jack escondió los labios dentro de su boca. Lo poco que sabía delataba su ausencia, su sueño, su inutilidad. Aquello lo avergonzaba. Lo llenaba de fastidio y molestia consigo mismo y sus decisiones. Sin embargo, recordaba bien a su pequeña amiga, tan asustada y triste, con toda su esperanza puesta en él. Recordaba todo el cariño que desbordaba al abrazarlo, incapaz de depositarlo en otro lado. Le había prometido ayuda, por lo que se tragó su vergüenza y le contó a Pabbie lo poco que podía.

—Elsa se enojó. Al parecer discutía con Anna, los invitados no lo saben bien. Por lo que dicen, Elsa fue consciente de lo que hacía, dicen que quería atacarla. Algunos especulan que ya le ha hecho daño antes, pero Anna estaba sorprendida y yo no había despertado. Además, Elsa jamás le haría daño, tiene que haber sido un accidente.

—Un accidente—repitió Pabbie en voz baja.

Jack tuvo que contener las ganas de gritarle. Apretó su báculo y con la voz más amable que pudo siguió hablando:

—Se me había olvidado que no perdonas los accidentes.

El viejo troll suspiró con pesar.

—Creo que podemos ver que ni tú ni yo hemos tomado las mejores decisiones, Jack Frost. Recluir a Elsa en el castillo como a los demás cuando siempre fue diferente no fue lo correcto. Hoy Arendelle y ella pagan las consecuencias. Ignoramos el peligro evidente.

—¡Elsa no es peligrosa! No es un arma.

—Oh, pero lo es. Si ella quiere puede serlo. Ese poder, cualquiera, puede ser usado de la manera que más le convenga. Como arma o defensa. Y cualquier poder en manos inexpertas es peligroso.

—Debimos enseñarle a usarlo entonces.

—También era peligroso. Los accidentes pasan, no hay sitio aquí para aprender. Debimos hacer lo que ha hecho ahora: dejar Arendelle. Tenía la esperanza de que lo hicieras.

—¿Yo?

—Estuvimos de acuerdo en que no estabas aquí para enseñarle, que era una niña por siempre en peligro. Creí que quizá te la llevarías.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Viniendo de mí, ¿lo habría aceptado?

Jack vaciló. Ahora que sabía lo que ocurrió en la fiesta, las reacciones de la gente, el hielo que no podía deshacer, estaba de acuerdo con Pabbie en que sacarla quizá habría sido lo mejor. Pero en ese entonces sólo sabía que Elsa tenía miedo, que se castigaba a sí misma y que amaba a Anna. Jamás podría haberle metido en la cabeza que lo mejor era dejarla ir para siempre. Que su sola presencia era peligrosa.

—No.

—Exactamente.

—No creo que lo haría incluso volviendo al pasado. No creo que esté aquí para cuidar de ella toda su vida.

—Entonces, ¿por qué estás aquí?

—No lo sé.

—Creí que lo tendrías resuelto a estas alturas.

Trilogía: A Través Del TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora