Nieve. Mañana. Fin de semana. No había una sola razón para que Elsa o sus padres le dijeran que no. No se escabullirían, estaban en días de descanso y siempre habían jugado juntas con la nieve. Además, Anna lo necesitaba, después de dos largos días conociendo mujeres que pretendían llevarse bien con ella para ser elegidas como su institutriz, estaba exhausta. Se había comportado, incluso guardado varias burlas y muecas para conseguir un sábado y domingo perfectos antes de seguir con las entrevistas el lunes. Tendrían que aceptar que jugaran hoy sí o sí.
Además, durante el desayuno su hermana mayor se había visto más tranquila, incluso contenta. Se río de sus torpezas y sus chistes, y se despidió con un "los veo luego" de todos antes de regresar a su cuarto. Eso significaba que esperaba verlos (quizás sólo a Anna) pronto. ¡Era obvio!
Le echó un vistazo a la ventana para admirar el blanco paisaje y rápidamente se situó frente a la puerta de su hermana:
—¿Elsa?
Tocó con los nudillos: un golpe, tres rápidos, uno final. Se aclaró la garganta y comenzó a cantar un par de líneas de una canción que había estado trabajando en su cabeza durante la semana mientras pretendía escuchar a las candidatas.
¿Y si hacemos un muñeco?
Ven, vamos a jugar.
Ya no te puedo ver jamás,
hermana sal,
parece que no estás...Calló a falta de otra estrofa.
—¿Elsa? —volvió a llamar apoyándose en la puerta que se abrió sin protestar. Anna se sorprendió dando un saltito hacia atrás. Antes de asomarse a la habitación se aseguró de que nadie se encontrara en el pasillo. Dos segundos después se percató de que tampoco había nadie dentro.
Cerró la puerta y se sentó en el suelo, demasiado confundida como para entristecerse. Estaba por ir en busca de Elsa cuando el rey se apareció al final del pasillo, con una sonrisa que ella se negó a devolverle, resentida aun por lo ocurrido la otra noche. Desde entonces casi no habían coincidido, y Anna no había tenido suficientes buenas distracciones como para perdonarlo. La convivencia con varias mujeres extrañas y el no coincidir con Elsa empeoraba la relación con su padre. Pero él no iba a dejar que eso sucediera por su parte.
Llegó a su lado y se sentó en el suelo también, sorprendiendo a la niña. Anna hasta hace un momento estaba segura de que le iba a indicar que se levantara. Era extraño que su padre hiciera como ella y estirara sus largas piernas en el corredor. La miró de reojo y la princesa soltó una risita, avergonzada por su repentino comportamiento. Tanto así que se puso de pie y comenzó a jalarle la mano al rey para que hiciera lo mismo.
—¡Pero si acabo de sentarme! —exclamo él, sin ayudarla a su cometido.
—¡Los reyes no se sientan en el piso! —contestó entre risas contenidas, colorándose por el esfuerzo que estaba haciendo.
—Estoy muy cansado. Me voy a dormir aquí un rato.
—¡No!
Cuando se le escapó la carcajada, Agnarr se mostró satisfecho y se incorporó con la "ayuda" de Anna. La niña siguió riendo y alzó la cabeza con su sonrisa de siempre, perdonando a su padre mientras sostenía su mano. Entonces se la tomó con más suavidad y se la examinó, buscando rastro de las heridas causadas por sus uñitas.
Pero aquello ya no importaba, Agnarr no quería seguir discutiendo.
—¿Cómo te fue con las institutrices? —Preguntó mientras la jalaba suavemente para ir hacia la biblioteca, con la intención de escuchar la experiencia de su hija y leerle algún cuento después.

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Trilogía: A Través Del Tiempo
FanfictionEn un reino, hace muchos ayeres, había algo que todos ignoraban: una niña luchando contra sí misma a causa de sus poderes. En otra vida, aquella niñita enfrentó sus miedos sola sin ninguna explicación del porqué, sin ninguna advertencia de quien má...