D O S

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El maullido de un gato se escuchó a lo lejos, muy lejos en sus sueños... Luego el melancólico sonido se hizo cada vez más fuerte hasta que logró despertarlo. Mateo se giró sobre la cama y alcanzó con desgano su celular. Encendió la pantalla y miró que ¡eran las 5 de la mañana!

Dejó el aparato sobre el buró y se dispuso a volver a dormir, pero el insistente maullido regresó y no tuvo más remedio que ponerse sobre sus pies y atender al animal. Sabía que, si no lo alimentaba, no lo dejaría dormir ¡Y vaya falta que le hacía! Desde que sus padres habían vuelto a Italía, tenía partirse entre ser enfermero en el asilo de ancianos y administrar el restaurante de comida Italiana, las horas no le alcanzaban.

Molesto se mal puso las pantuflas y fue a la cocina, abrió el gabinete de mala gana y tomó una lata. La abrió y antes de depositarla en el plato, aun con el ceño fruncido contempló a su mascota. Pero aquel animal era tan gracioso y con una mirada sumamente tierna que, no pudo más que sonreír y rendirse ante sus encantos.

Movió la lata de un lado a otro mirando como su minino la seguía hipnotizado, lo cual le sacó otra sonrisa. Se agachó para depositar el alimento y mientras Galleta lo devoraba le acarició el lomo.

—Te aprovechas porque sabes que te amo, bolita de pelos —se puso de pie—. Pero por favor, Galleta deja de levantarme tan temprano, necesito dormir... —bostezó. Puso la lata vacía en el cesto de basura y luego de lavarse las manos se fue a la habitación.

Minutos después Mateo percibió una pequeña remoción en su cama, con sutileza Galleta se recostó junto a él y ambos cayeron en un sueño profundo.

***

7 de la mañana y como cada día, la alarma del despertador sonó sin demora. El castaño abrió forzadamente un ojo y lamentó no poder quedarse un poco más en la cama. Miro a su costado y Galleta permanecía cómodamente dormido.

<<No puedo creerlo, regordete>> pensó <<Tú puedes quedarte tan feliz a descansar, mientras yo debo ir a trabajar para mantenerte>> sonrió y se sentó al borde de la cama. Volvió a mirar al gato y negó con la cabeza.

—¿Será que es a ti a quien deba dejar mi herencia?  —se rió de sus propias palabras. Luego la sonrisa se le desvaneció al pensar que aquello no estaba muy lejos de la realidad; no estaba casado y tampoco tenía hijos. Para su edad, parecía haber fracasado en cuanto a lo que formar una familia significa.

De golpe, unos ojitos almendrados y una naricita algo pecosa aparecieron en su cabeza, devolviéndole nuevamente la sonrisa. Si lo pensaba mejor, sí había alguien a quien podía considerar como su hija. Esa era Victoria, una pequeña que desde su llegada al mundo le alegró la vida, pero que desde hacía un tiempo le había robado el corazón.

Pensando en ella se puso de pie para comenzar a alistarse. Stephanie la madre, le había dicho que el viernes la niña tuvo un problema en el colegio y que, desde entonces, Victoria no quería salir de su habitación. Él no había podido ir a verlas todo el fin de semana por la carga de trabajo, pero ya era lunes y planeó que antes de ir al asilo de ancianos, pasaría a desayunar con ellas y de paso animar un poco a la pequeña. Aunque quiso calmar a su corazón, tampoco podía negar que, también quería verla a ella, a Stephanie.

Desde que su buen y entrañable amigo murió, Mateo tomó el firme compromiso de velar por el bienestar de ambas. Al principio solo lo hacía por eso, por cumplir una promesa que le había hecho a Josué, pues ni de broma jamás pensó en mirar a Stephanie como una mujer. Pero ahora, después de 3 años conviviendo tan cerca, de darle soporte en sus peores momentos y luego verla resurgir con tanta valentía y enteresa, ya no podía negarlo, ni tampoco podía ocultarlo, la amaba. Y aunque aun no se animaba a confesárselo, el sentimiento estaba ahí y cada vez se hacía más fuerte.

Todos alrededor parecían darse cuenta de sus claras intenciones, excepto ella. Pues en su mente y corazón Stephanie aun amaba a Josué, el que había sido el hombre de su vida... El primero que la trató como una princesa y que se atrevió a llevarla al altar para convertirla en su esposa. Quien la amó con pasión y ternura desmedida en todos los sentidos. Ese que la encontró hermosa y digna de amar, a pesar de que en su pasado ella no fue la mujer más correcta. 

Juntos habían construido una hermosa historia de amor que no era fácil de olvidar. Mejor dicho, imposible de hacerlo. Mateo sabía todo eso y por tal motivo decidió mantenerse al margen y respetar su duelo; pero sin pensarlo las cosas le sobrepasaron y ahora, se encontraba en la gran encrucijada de arriesgarse a abrirle su corazón o, callarse su amor y sufrir en silencio.           

Y es que, estimado lector, déjame contarte que Mateo tampoco tuvo una vida exenta de dolor. La palabra "amar" en el sentido de pareja, ya no cabía más en su diccionario personal. Después de que su esposa lo dejara luego de 15 años de matrimonio, no fue nada fácil. Y menos al saber que el "supuesto motivo" por el que lo abandonó, fue porque él no pudo darle hijos. Eso le golpeó hondo. Verla feliz al lado de otro y con el hijo que tanto anhelaron, terminó por desmoronarlo.

Mateo jamás imaginó volver a amar. Nunca se lo planteó. Él solo quería agradar a Dios con cada aliento y terminar así sus días... Incluso la promesa que le hizo a su difunto amigo de llegar a amar a Stephanie como a su mujer y a Victoria como su propia hija, fue solo para que él descansara y se fuera en paz. Obvio que las protegería siempre, pero no estaba en sus planes cumplir con rigurosidad aquellas palabras. Pero ahora las cosas habían tomado otro giro y estaba determinado a luchar por ese amor que, había comenzado a tomar forma y fuerza en su corazón.

VOLVER A AMAR © (Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora