T R E C E

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Con mucho cuidado tomó a Victoria en los brazos y la llevó a su habitación. Volvió por Stephanie, pero ya estaba despierta.

—Gracias, Mateo —le sonrió adormecida.

La encontró tan hermosa que no pudo evitar acercarse para besarla.

—Gracias a ti, por dejarme estar a tu lado... —volvió a besarla una y otra vez, encontrando un anhelo difícil de controlar. Se puso de pie atrayéndola consigo sin dejar aquel contacto que lo extasiaba.

—¿Qué te parece si nos damos un baño antes? —sugirió ella.

—¿juntos? —la miró coqueto.

Stephanie se ruborizó.

—No...

—Está bien, hermosa. Será como tú digas.

La alzó en los brazos y la llevó a la habitación.

Él fue el primero en ducharse, pero cuando fue el turno de ella, se tardó más de lo que planeó. El castaño se preocupó y fue a ver si algo le pasaba.

—Stephanie... —tocó la puerta del baño—. ¿Está todo bien?

—Sí... —respondió en un hilo de voz—. Ya voy...

Caminaba de un lado a otro. ¡Estaba muy nerviosa! Amaba a Mateo y también anhelaba entregarse totalmente, pero ese sentimiento de ansiedad se apoderó de ella y estaba luchando fuertemente por no rendirse.

Sabía que no podía quedarse ahí para siempre, así que se armó de valor y salió del baño. Él pronto fue a su encuentro y la a abrazó, pero la sintió rígida. Se separó y buscó sus ojos.

—¿Pasa algo, mi amor?

Le dio tanta pena confesarle cómo se sentía. Pero no hizo falta, Mateo era inteligente.

—Ven... —la tomó de la mano y la llevó a la cama. Se sentaron en la orilla, frente a frente—. No vamos a hacer nada que tu no quieras ¿está bien?

Stephanie asintió al borde del llanto.

—No, mi amor... —la abrazó con ternura—. No llores... Yo entiendo —besó su frente—. Vamos a dormir ¿sí?

Se acomodaron en la cama uno cerca del otro. La luz de la luna se colaba por la ventada, era una noche tranquila acompañada del canto de algunos grillos. 

Los minutos pasaron y Stephanie no podía conciliar el sueño. Sus pensamientos estaban algo turbados... Se giró quedando de frente a su esposo y lo miró dormir plácidamente. Los recuerdos lindos no solo de ese día, sino de tantos momentos que compartieron juntos, llegaron a su mente y la hicieron sentir paz de estar acostada junto a él. ¿Por qué tuvo miedo? Él era el hombre al que amaba, el que había dado todo por ellas sin esperar nada... Él también se merecía todo de ella, sin reservas.

Subió una mano hasta el rostro de él y recorrió cada centímetro con la yema de sus dedos, admirándolo con cada toque. Luego bajó por su cuello y cuando le tocó el pecho, volvió a sentir aquella corriente invadirla por completo. Entonces se dio cuenta de que lo anhelaba demasiado.

Se acercó más y lo besó en los labios. Le dio pequeños besos uno tras otro, hasta que logró despertarlo.

—¿Qué haces? —preguntó con voz ronca.

Stephanie continuó besándolo y Mateo entendió lo que estaba sucediendo. Parpadeó varias veces haciendo a un lado su somnolencia y pronto se sumergió en aquel paraíso de placer y satisfacción.

VOLVER A AMAR © (Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora