O C H O

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Mateo sonrió ante su reciente descubrimiento y tomó asiento en la banca terminando de procesarlo.

-¿Puedo ir a jugar? -preguntó Vicky.

-Cuida tu helado -dijo Mateo.

Vicky asintió y se fue saltando. Estaba muy contenta de volver a estar los tres juntos.

—Espero que te guste la jalea de arándano. La empleada nos sugirió ponerle un poco.

—Sí... —respondió sin mirarlo—. Ya la he probado, gracias.

Comieron el helado en silencio y Stephanie se sintió más tranquila. Miró a su hija tan dichosa que no pudo dejar de pensar en las palabras de su madre. Realmente Victoria era feliz cuando Mateo estaba cerca. ¿Quién era ella para negarle ese hermoso regalo?

Y sin llamarlo, a su mente asomó la posibilidad de también ella estar con él, en una relación más allá de la amistad. Pero no sabía si Mateo la aceptaría y no quería que lo hiciera solo por Victoria, también deseaba ganarse un lugar en su corazón, porque, aunque lo había estado tratando de negar, él ya tenía un lugar en el suyo.

—¿Cómo estás? —Mateo rompió el silencio.

Esa pregunta podía ser respondida de muchas maneras. Sabía que, él era de las pocas personas con las que podía ser absolutamente sincera, sin sentirse culpable, sino más bien escuchada y comprendida.

—Anoche le comentaba a mi madre que me siento agradecida... —se quitó los zapatos y disfrutó del roce con el pasto—. Y aunque sigo extrañando a Josué, estoy agradecida con Dios y satisfecha por el tiempo que nos prestó juntos —lo miró—. También estoy agradecida por tenerte a ti... —el corazón de Mateo dio un vuelco. Stephanie estiró su mano y alcanzó la de él—. Nunca te lo he dicho como se debe, pero quiero que sepas que eres muy especial para nosotros.

—Stephanie... —los ojos de Mateo se aguaron.

—Tu ayuda, tus cuidados, todo lo que haces no... no tiene precio —sus ojos también se cristalizaron.

Atrapó la mano de Stephanie entre las suyas y en un impulso se arrodilló frente a ella.

—Lo hago con todo mi amor —tragó saliva reteniendo las lágrimas y se atrevió a decir lo que guardaba—. Pero creo que pudiera hacer más si estuviéramos juntos... —buscó su otra mano y cuando se la sostuvo la miró de nuevo a los ojos—. Dame la oportunidad de estar con ustedes, Stephanie... Y ya no tener  limitarnos por el tiempo ni el espacio... 

Se puso de pie y la incitó a que hiciera lo mismo.

—Déjame prepararles el desayuno cada día; acompañar a Victoria al colegio... Quedarnos despiertos hasta muy tarde viendo películas o haciendo cualquier otra cosa, sin el pendiente de saber que tengo que irme... —sorbió la nariz y colocó la mano en su mejilla—. Permíteme el privilegio de despertar cada mañana y mirar tu hermoso rostro a mi lado...

El corazón de Stephanie se encontraba a mil por hora escuchando cada palabra.

—Juntos ver crecer a Victoria y celebrar cada uno de sus logros... Quiero poder llevarlas de la mano a todas partes y...

No pudo terminar de hablar, Stephanie se lanzó sobre él y lo rodeó en un abrazó. Uno que se sintió tan cálido y necesario. Él también la abrazó, cerró los ojos y disfrutó de la cercanía. Pronto sintieron a unos pequeños bracitos rodearlos. Mateo tomó a Victoria en los brazos y volvieron a unirse, como la hermosa familia que ahora eran.

...

Mateo llevó a Stephanie y Victoria a casa de los que ahora eran sus suegros. Se estacionó y antes de bajar para abrirles la puerta, tomó la mano de su novia y la miró sonriendo de forma burlesca.

—¿Me perdí de algo? —Fanny frunció el ceño también sonriendo.

—¿Recuerdas lo que hiciste hace años, justo en este lugar?

Frunció más el ceño ahora confundida. ¿De qué era lo que hablaba?

Mateo se acercó de improviso y le plantó un sorpresivo beso en la mejilla.

—¿Eso te refresca la memoria?

Como rayo, el recuerdo de aquella noche 8 años atrás llegó a su cabeza y se ruborizó. A penas era una jovencita inmadura cuando se atrevió a robarle un beso al castaño junto a ella. Casual o  intencionalmente, él se había estacionado de la misma forma.

—De verdad pensaba que me ibas a declarar tus sentimientos... —se rió. Mateo también lo hizo.

—¿Por qué pensaste eso? 

—No sé. Eras tan amable conmigo, tan atento que, pensé que te gustaba.

—Bueno, la verdad es que eras muy hermosa, pero jamás pensé en fijarme en ti... Yo era un hombre viejo y divorciado, tú una bella señorita que comenzaba a vivir.

—No eras un hombre viejo —lo corrigió, le tomó el rostro con su mano y lo acaricio—. Tampoco lo eres ahora...

Tuvo unas ardientes ganas de besarla, pero Victoria estaba presente y debían ir despacio. Giró la cabeza y besó su mano.

—Y tú te has vuelto todavía más hermosa —sonrió sintiendo quemar su pecho de amor por ella—¿Vamos?

Bajó del auto y les abrió la puerta a las mujeres de su vida. 

VOLVER A AMAR © (Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora