T R E S

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Se sentó en la cama junto a su hija que dormía. Puso la mano sobre su brazo, cerró los ojos y oró a Dios para que ese día fuera distinto y la niña recuperara el ánimo.

A pesar de la sordera de Victoria, las cosas siempre habían marchado bien. Era una preciosa niña llena de curiosidad, carisma, bondad y amor. Todo comenzó a complicarse cuando decidieron inscribirla en una escuela inclusiva, en la que conviviría no solo niños sordos sino también oyentes.

Definitivamente todo era más fácil cuando su esposo vivía, porque él siempre sabía resolver las peores circunstancias. Pero ahora que ya no estaba, a veces sentía desfallecer y mucho peor al ver como Victoria se volvía cada vez más cohibida y dispersa.

El timbre sonó y Stephanie supo que Mateo había llegado. Besó en la frente a su hija y fue a abrir la puerta.

—Buenos días, Mateo —sonrió disimulando su pesar.

Pero él la conocía y con tan solo escuchar su voz y mirarle a los ojos, supo que no se encontraba bien.

Se contemplaron unos segundos en silencio, el cual fue roto por el llanto de ella. Inmediatamente él se acercó y tomándola por el hombro cerró la puerta tras ellos y la condujo hacia el sillón.

Se sentó junto a ella y no dijo nada, tan solo la dejó desbordare sacando todo aquello que la afligía.

—Soy una mala madre... —se cubrió el rostro con una mano y continuó llorando—. No soy capaz de darle estabilidad a mi hija... Ni siquiera puedo hacer que coma, que sonría... Ya no sé qué hacer...

Él le tomó la mano con delicadeza, después el rostro y la volvió. Miró como las lágrimas descendían llenándole su hermoso rostro. Sintió una corriente de calor invadirle el pecho, deslizó su mano hacia la nuca de ella y comenzó a acercarlos hasta que sus frentes se unieron. Cerró los ojos y de aquella forma tan cercana, lloraron juntos...

Jamás se había atrevido a hacer aquello, pero ahora que sabía que la amaba, era capaz de ser sentir su angustia y dolor como algo propio. Y quiso hacerle entender que él estaba ahí para ella, completamente.

Cuando Stephanie se tranquilizó, se separó lentamente.

—Perdóname... —limpió su rostro avergonzada por haber hecho que Mateo también llorara—. No era mi intención que...

—No, no —sorbió la nariz—. No pidas perdón, Fanny —la miró con confianza—. Amo a Victoria como a una hija y me duele tanto como a ti lo que está pasando.

Escucharlo decir aquello le provocó una punzada en el corazón y un sentimiento confuso la invadió. ¿Pero qué era eso que se sentía tan bien y a la vez tan extraño? ¡Exacto, estimado lector! Tú sí que estás al pendiente de cada detalle...

Stephanie descubrió que Mateo producía cosas lindas en ella, pero el miedo la frenó en seco y la orilló a negarlo. Las cicatrices de su alma le recordaron el terrible dolor que sintió al decidir amar de verdad y luego perderlo todo. Entonces decidió no darle entrada a nada que le provocara volver a sufrir de esa forma.

—¿Sabes...? —dijo algo nerviosa por lo que acababa de descubrir y quería ocultar—. Mejor ve a trabajar. Voy a dejar que Vicky descanse y que hoy no vaya a la escuela...

Mateo levantó una ceja incrédulo y luego frunció el ceño. Se extrañó del cambio tan drástico que tuvo Stephanie, pues ella misma le había dicho que no soportaba más ver a la niña en aquel estado y que le ayudara para hacerla desayunar e ir a la escuela.

Obviamente pensó que se había sentido incómoda por la cercanía de él, pero no por eso iba a irse y dejar a Victoria en aquella situación.

—Voy a ir preparando los pancakes... —se puso de pie ignorando su pedido y se dirigió a la cocina—. Dile a Vicky que su tío está aquí y le hará el desayuno.

Stephanie se quedó perpleja un instante y sin darle la contra, también se puso de pie y fue por Victoria.

Créeme cuando te digo que, apenas habían pasado unos pocos minutos, Victoria apareció en la cocina.

Mateo ni siquiera tuvo oportunidad de volverse completamente, cuando la niña le saltó encima envolviéndolo en un apretujado abrazo. Stephanie que estaba acostumbrada a ver ese comportamiento entre ellos, esta vez se sintió algo extraña, inclusive celosa. ¿Cómo es que él, Mateo Bianchi lograba reanimar de tal manera a su hija? ¿Por qué? y ¿por qué ella no podía hacerlo de la misma forma?

El castaño puso en el piso a la niña y comenzaron a platicar en esa bella lengua de señas que, él ya tenía más que aprendida. Desde que supo que Victoria era sorda, se dio a la tarea de también aprender la lengua para no perderse nada de su querida sobrina.

-Te extrañé mucho -dijo Vicky-. ¿Por qué no viniste antes?

Esas palabras lo desarmaron totalmente.

-Yo también te extrañé, pero tuve mucho trabajo -hizo cara de arrepentimiento-. ¿Me perdonas?

Victoria asintió mostrando una bella sonrisa que le llenó el corazón no solo a él, sino también a su madre. Y en ese momento, en una fracción de segundo, Stephanie pensó que Mateo, sería un excelente padre para su hija.  

VOLVER A AMAR © (Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora