N U E V E

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Los tres caminaron de la mano hasta el umbral de la casa. La pelirroja puso la clave de seguridad en la puerta y esta se abrió. Casi de inmediato vieron por el pasillo a un pequeño cachorrito viniendo hacia ellos. Victoria se emocionó y corrió para tomarlo en sus brazos.

—No sabía que tus padres habían comprado un perro —mencionó Mateo.

—Créeme que yo tampoco... —levantó las cejas.

Se volvieron a tomar de la mano y caminaron así a lo largo del pasillo.

—¡Mi niña! —la voz Lulú se dejó escuchar desde la sala.

Stephanie soltó de súbito a Mateo y este sintió el vació no solo en su mano sino también en su corazón.

—¡Mira, Elisa! —volvió a decir Lulú—. Le encantó la sorpresa de su abuela.

Los novios llegaron a la sala.

—Stephanie. Mateo —Lulú saludó a ambos. 

—Buenas tardes —dijo el castaño.

—¿Ya comieron? —preguntó Aarón—. Porque mi bella esposa preparó algo muy rico.

—Yo tengo que irme... —mencionó Mateo. Se acercó con cada uno para despedirse de mano. Se inclinó a besar a Victoria en la frente y cuando pasó junto a Stephanie, únicamente le asintió con la cabeza y se fue.

Fanny supo que lo había lastimado, pero no pudo evitar pensar que ofendería a Lulú y decidió esperar para contárselo.

Más tarde Stephanie intentó comunicarse con él, pero como era de esperarse, no le respondió mensajes ni llamadas. Sabía que estaba ofendido y decidió no insistir más.

Mateo tuvo que apagar el celular para no sucumbir ante el deseo de responder. Realmente estaba triste, pero también molesto. No podía creer que después de todo lo que Stephanie le dijo, de lo que se dijeron, fuera tan cobarde para no admitir que estaban juntos. Estaba muy decepcionado.

...


El domingo llegó y con él la reunión de la iglesia. Desde temprano Mateo estaba en el templo ayudando, pues ese día se celebrarían los bautismos de los nuevos creyentes que habían decidido llevar su fe a otro nivel, haciendo un compromiso público con Jesús.

—Mateo... —Ramsés se acercó al castaño—. Necesito que me hagas un favor.

—Sí, claro —asintió—. Dime.

—¿Recuerdas que te conté sobre mi prima Mía?

Paseó la mirada intentando recordar.

—Sí, hombre —le dio una palmada en el brazo—, la que vive en Chicago. ¿Te acuerdas?

El castaño se rascó la cabeza y negó.

—Bueno, lo que pasa es que va llegando de improviso y está en el aeropuerto. Sabes que no me puedo ir, el servicio está a punto de iniciar. ¿Podrías ir por ella? Kikín te va a suplir en la guitarra mientras vuelves.

—Sí, Ramsés. No te preocupes.

—Muchas gracias, hermano —chocaron puños—. Te debo una.

—Me debes todas —se alejó sonriendo.

...

Stephanie no podía creer lo que había hecho, pero a la vez se sentía orgullosa de ella misma. Su sala estaba llena de cajas que contenían algunas de las pertenencias de Josué, a demás de también haber hecho algunos cambios en el diseño interior de toda la casa.

Decidió que ya era tiempo de dar ese gran paso, más ahora que había iniciado una relación con Mateo. Josué siempre estaría en su mente y corazón de una forma muy especial, pero ya era el momento de seguir adelante, junto al gran hombre que ahora tenía en su vida.

A pesar de que el castaño no se comunicó en toda la semana, no se enojó con él. Entendía que tenía derecho a sentirse molesto con ella. Pero casi no podía esperar a llegar al templo para contarle de la decisión que había tomado sobre las pertenencias de Josué. Estaba segura de que eso limaría las asperezas entre ellos.

...

Ya estando en el aeropuerto, Mateo cayó en cuenta de que no tenía forma de identificar a Mía. No tenía su número y tampoco las señas físicas de la mujer. Sacó su celular y llamó a Ramsés para preguntarle, pero este no le respondió. Miró la hora y se dio cuenta de que el servicio ya había iniciado.

Pensó un poco y tuvo que recurrir al único recurso viable, fue a una estación de servicio y pidió que le hicieran el favor de vocearla.

Los minutos pasaron, ya la habían voceado algunas veces y Mía no aparecía. Golpeteó con sus dedos el escritorio de la estación. Estaba impaciente y preocupado; sabía que no podía irse y dejar ahí a la sobrina de Ramsés. Aunque también cabía la posibilidad de que ella hubiera tomado algún taxi... En esos pensamientos estaba, cuando escuchó un profundo suspiro detrás de él. Se volvió encontrándose con una, tengo que decir, bellísima mujer de mediana edad. Su larga cabellera y hermosa piel morena resaltaban en medio de aquellos vivos colores en su ropa y ornamento.

—¿Tú eres a quién mi primo envió para recogerme? —la enorme sonrisa en su rostro dejaban claro que estaba muy emocionada.

—¿Mía? —preguntó él para asegurarse.

—Tuya —dijo la mujer sin tapujos y le guiñó un ojo.

VOLVER A AMAR © (Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora