D I E Z

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Metió la maleta en la cajuela del auto y entró para conducir de vuelta al templo. Mía ya se encontraba dentro y astutamente se había subido la falda para llamar la atención del castaño. Mateo que desde luego era un hombre con pasiones por controlar, se concentró en el camino para huir de la tentación.

<<¿En qué me metiste, Ramsés?>> pensó. Luego se dio cuenta de que su buen amigo no tenía la culpa del comportamiento de su prima.

—¿Ya te han dicho que tienes unos ojos muy hermosos? —lo halagó.

Tragó pesado y decidió poner música de adoración para contrarrestar el pesado ambiente. Pero más se sorprendió ¡cuando escuchó a la mujer cantar las canciones! Algo no cuadraba.

...

Stephanie se extrañó al no ver a Mateo tocando en el altar. Lo buscó con la mirada por todo el templo y no lo encontró. Victoria también lo buscaba.

...

—¿Eres casado?

—Comprometido.

—Ah, bueno —movió su mano restándole importancia—. Entonces aún eres libre. Muchas cosas pueden pasar de aquí a la boda...

Mateo carraspeó incómodo y continuó manejando el resto del trayecto mientras intentaba no prestarle mucha atención. 

Cuando llegaron al templo los bautismos estaban finalizando. Mateo buscó con la mirada a las mujeres de su vida y se tranquilizó al encontrarlas. Las extrañaba como un desquiciado, pero no estaba dispuesto a tener una relación en secreto. Si ella de verdad lo amaba, debía tener la valentía de admitirlo frente a todos.

—Gracias por traerme, guapo —le susurró Mía al oído—. Iré a saludar a mi primo.

El agradecido era él, por fin se había librado de ella. O eso creía...

Una comida en honor a los bautizados estaba prevista, así que toda la iglesia se trasladó al patio trasero en donde todo estaba listo para el convivo. Las personas se acomodaron en las mesas y entre los jóvenes y adolescentes comenzaron a servir a los invitados.

Por un instante Mateo y Stephanie cruzaron miradas, pero él rompió el contacto y siguió ayudando a los chicos que regulaban el sonido.

...

Más tarde antes de que la fiesta terminara, Fanny buscó a Mateo para hablar con él. Lo encontró tomando un refresco de la hielera. Se iba a acercar cuando miró que una mujer lo hizo antes; esta le quitó el refresco casi de los labios y bebió de él.

Un remolino. Eso fue lo que  sintió en su interior al ver aquella escena. Tuvo ganas de llorar, reírse, lanzarse sobre la mujer y quitarle hasta el último cabello, pero Victoria apareció justo en el momento y se vio obligada a tranquilizarse. Sin pensarlo mucho, tomó a su hija de la mano y se acercó hasta donde ellos.

—Mateo ¿dónde estabas? Tú hija —remarcó el sustantivo—, no ha dejado de preguntar por ti.

Mía se giró hacia ella y luego miró a Vicky, quedando sorprendida por el gran parecido que la pequeña tenía con el castaño.

—¡Pero que niña tan hermosa! —expresó Mía—. ¿Es tu hija? —lo miró—. ¡Se parecen mucho! —acarició el cabello de Vicky—. Entonces tú debes ser su prometida —se dirigió a Fanny mirándola de arriba abajo—. Eres muy joven...

Stephanie le lanzó la mirada más reprobatoria que encontró. Mateo no sabía  si reírse o contenerse. Y antes de que su enérgica novia cometiera una tontería, actuó.

—Mía ¿nos permites hablar, por favor?

—Claro —volvió a recorrerla de arriba a abajo antes de marcharse.

Mateo contempló con diversión el rostro molesto de la pelirroja.

—¿Estás enojada? —se atrevió a preguntar bajo su propio riesgo.

—¿Por qué tendría que estar enojada según tú? —se cruzó de brazos.

Vicky se aferró a la mano de Mateo. 

—Entonces ¿celosa?

—¿Celosa yo? —rodó los ojos—. ¡En tus sueños! —tomó la mano de su hija para irse, pero él la detuvo.

—¿Por qué eres tan orgullosa?

—¿Me hablas de orgullo, cuando eres tú el que ni siquiera me respondió un mensaje?

—Estaba enojado, por tu falta de valentía para aceptar lo nuestro.

Victoria comenzó a ponerse nerviosa y Mateo se dio cuenta.

—¿Por qué no hablamos en otro lugar y de forma civilizada?

—Está bien... —asintió con una dulce sonrisa. Se acercó lentamente y le rodeó el cuello.

Mateo se confundió con su cambio de actitud y cuando menos lo pensó, Stephanie lo besó en los labios. Fue un beso corto, pero logró sacudirlo.

—Nos vemos, amor...

Se giró para verlas marchar y se dio cuenta de que Mía los observaba de lo lejos. Sonrió al pensar que Stephanie lo había besado a propósito para que ella los viera. Todavía estaba molesto, pero inevitablemente feliz. 


VOLVER A AMAR © (Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora