O N C E

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Caminó por los pasillos del asilo corroborando que los ancianos estuvieran bien. Cuando terminó fue por un café a la cocina y se sentó en el vacío comedor. ¡A su mente llegaron tantos recuerdos vividos en aquel lugar! Muchos de los ancianos que había conocido cuando ingresó al asilo, ya no estaban. Le dio un sorbo a la bebida caliente y esta vez sus pensamientos viajaron lejos de ahí, justo a con su novia.

—¿Vas a seguir sonriendo como bobo todo el día? —Melissa se sentó frente a él con otro café. 

 —No sé lo que me pasa —negó sonriendo—. No puedo estar enojado con ella, Meli. Menos cuando después de una discusión me besa para dejarle en claro a Mía que soy un hombre ocupado.

—Estás enamorado, amigo. Eso es lo que te pasa —se recomodó en el asiento—. Oye, por cierto, esa primita de Ramsés andaba con todo, eh.

—¡Insoportable! —se rió. De pronto se quedó serio y reparó en un comentario que Mía le había hecho y que, en el momento no le puso mucha atención.

—Melissa —la nombró con seriedad.

—¿Qué?

—Necesito que me respondas algo objetivamente, sin involucrar que somos amigos.

Melissa se intrigó.

—A ver —levanto una ceja sonriendo—. ¿Dé qué se trata?

Fue directo.

—¿Victoria se parece físicamente a mí?

Melissa se incorporó en su lugar y guardó silencio. No esperaba aquella pregunta, pero sabía perfectamente por qué se la hacía, pues ella era la única además de Stephanie, que sabía lo que había pasado 8 años atrás.

El silencio se prolongó.

—Por favor, Melissa —pidió Mateo—. Sé sincera y objetiva.

—Es que... —tomó una gran bocanada de aire. Pocas cosas la hacían tambalear y esa fue una de ellas.

—Sabes que eres la única a quién puedo preguntarle esto...

—¡Ay, ya Mateo! —paseó la mirada inquieta—. Claro que se parecen. Son como dos gotas de agua.

El castaño se quedó en vilo por unos segundos, luego miró a su amiga de nuevo.

—¿Y tú crees que...

—Sí —asintió—. Lo creo. 

Cerró los ojos y se recargó en el respaldo de la silla; respiró profundamente y lentamente volvió a abrirlos. Su mirada se perdió en un punto ciego.

—¿Qué piensas hacer, Mateo?

Suspiró antes de responder.

—No lo sé... —negó conmocionado.

—Si me permites, déjame darte mi opinión.

La miró sin decir nada y le otorgó la palabra.

—Sé que amas mucho a Victoria, pero ponte a pensar en esto —puso el café sobre la mesa—. ¿Qué harás si descubres que en realidad es tu hija? ¿Vas a decírselo? ¿Cómo le explicarás que Josué no es su verdadero padre? Porque, créeme que va a preguntarse que si tú eres su papá, porqué Stephanie se casó con Josué y no contigo... La niña es muy pequeña, Mateo. No me parece prudente confundirla.

—Pero tengo derecho a saberlo.

—Y volvemos a lo mismo. ¿Qué vas a hacer si la prueba resulta positiva? ¿Vas a reclamarle a Stephanie? 

VOLVER A AMAR © (Libro #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora