Capítulo 10

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Este muchacho me resulta extrañamente conocido — oí que decía alguien. No cabía duda: era el inconfundible tono hastiado de Changbin.

—Claro que te resulta conocido, cabeza de chorlito —respondió una voz que solo podía pertenecer a Xemerius—. Es Felix, pero sin el uniforme de la escuela y con peluca.

—¡No te he dado permiso para hablar conmigo, gato maleducado!

Como si alguien estuviera aumentando poco a poco el volumen de una radio, ahora también empezaron a llegar hasta mí otros ruidos y un rumor de voces excitadas. Yo seguía tendido —o volvía a estar tendido— boca arriba. La terrible opresión que sentía en el pecho había desaparecido y también el dolor sordo en el bajo vientre. ¿Me habría convertido en un fantasma como Changbin?

Oí un desagradable ruido de tela rasgada. Alguien me había cortado la camisa y ahora la apartaba hacia los lados.

—Ha alcanzado la aorta —oí que decía Hyunjin desesperado—. He tratado de oprimir la herida, pero… ha pasado demasiado tiempo.

Unas manos frías me palparon el tronco y tocaron un punto doloroso bajo las costillas. Entonces el doctor White exclamó aliviado:

—¡Es solo un corte superficial! ¡Dios mío, vaya susto me has dado!

—¿Qué? No puede ser, él…

—La espada solo ha rasgado la piel. ¿Ves? Parece que la camisa de madame Rossini le ha hecho un buen servicio. Aorta abdominal. Por todos los santos, Hyunjin, ¿qué estudiáis en vuestras clases? Por un momento he pensado que realmente estabas en lo cierto. — Los dedos del doctor White me oprimieron el cuello—. Su pulso también es correcto.

—¿De verdad está bien?

—Pero ¿qué ha pasado exactamente? ¿Cómo ha podido hacerle esto lord Alastair?

Las voces de mister George, Hwang Sunho y míster Whitman zumbaban en torno a mí superponiéndose unas a otras. Ya no podía oír a Hyunjin. Traté de abrir los ojos, y esta vez lo conseguí muy fácilmente. Incluso pude incorporarme sin problemas.  A mí alrededor brillaban las familiares paredes pintadas de colores vivos de nuestro taller artístico y sobre mí se inclinaban las cabezas de los Vigilantes. Todos —incluso míster Marley— me sonrieron.

Solo Hyunjin me miró con expresión muy seria, como si no pudiera dar crédito a lo que veía. Estaba pálido como una sábana y en sus mejillas aún podía apreciarse que había llorado.

Bastante más atrás distinguí a Changbin, que se tapaba los ojos con su pañuelo de puntillas.

—Avísame cuando pueda volver a mirar.

—Ni se te ocurra hacerlo ahora; podrías quedarte ciego de la impresión — dijo Xemerius, que estaba sentado con las patas cruzadas a mis pies—. ¡Le sale medio pecho fuera de la camisa!

Uy. Tenía razón. Abochornado, traté de cubrir mi desnudez con los restos rasgados y cortados del maravilloso traje de madame Rossini. El doctor White me empujó de nuevo suavemente contra la mesa en que me habían tumbado.

—Tengo que limpiar y vender el rasguño aquí enseguida —dijo—. Luego ya te examinaré a fondo. ¿Sientes algún dolor?

Sacudí la cabeza, e inmediatamente solté un grito de dolor. En realidad me dolía terriblemente la cabeza.

Mister George me puso la mano en el hombro desde atrás.

—Oh, Dios mío, Felix, nos has dado un buen susto. —Rió bajito—. ¡Eso sí que es desmayarse de verdad! Cuando Hyunjin ha llegado aquí contigo en brazos, he llegado a pensar que podías…

EsmeraldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora