Capítulo 14

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Una razón más para mantenerse apartado del alcohol -gimió Jeongin-. Ya puedes darle las vueltas que quieras que el resultado es siempre el mismo: al final acabas quedando como un idiota cuando bebes más de la cuenta. No me gustaría estar en la piel de Minho el lunes en la escuela.

-Ni tampoco en la de Haneul-dije yo. Al salir de la casa habíamos visto a la reina de la fiesta en el guardaropa besándose con un chico que iba dos cursos por debajo de nosotras. (En esas circunstancias había renunciado a despedirme de Haneul, con mayor razón aún porque tampoco nos habíamos saludado al entrar.)

-Y aún menos en la piel del pobre tipo que vomitó sobre los cómicos zapatos de rana de mister Kim-dijo Bangchan.

Seguimos por la Chelsea Manor Street.

-Sin embargo, Minho te ha llevado la palma esta vez. -Jeongin se detuvo ante el escaparate de una de tresillos, no para ver la exposición, sino para admirar su propia imagen reflejada en el vidrio-. Chicos, preferiría no tener que decir esto, pero realmente me ha dado pena.

-Y a mí -dije en voz baja.

Al fin y al cabo yo sabía perfectamente qué se sentía al estar enamorado de Hyunjin. Y por desgracia también sabía qué se sentía al hacer el ridículo ante un montón de gente.

-Con un poco de suerte mañana lo habrá olvidado todo -dijo Bangchan mientras abría la puerta de una casa roja de ladrillo.

Desde la casa de los Kim en Flood Street hasta allí solo había dos pasos, y por eso antes nos habíamos cambiado para la fiesta en el piso de Hyunjin; pero en ese momento estaba tan trastornado por mi encuentro con Wooyoung y San en el año 1912 que apenas me había fijado en nada.

La verdad es que siempre había estado convencido de que Hyunjin tenía que vivir en un loft supermoderno con cien metros cuadrados de espacio vacío y un montón de cromo y vidrio y un televisor de pantalla plana de la medida de un campo de fútbol; pero entonces pude comprobar que me había engañado. Directamente frente a la entrada, un estrecho pasillo conducía, pasando junto a una pequeña escalera, a una sala de estar muy luminosa, con una enorme ventana que ocupaba casi toda la pared posterior. Estanterías que llegaban hasta el techo, en las que se apilaban en desorden libros, DVD y unos cuantos archivadores, cubrían las restantes paredes, y ante la repisa de la ventana había un gran sofá gris con un montón de cojines.

El auténtico corazón de la habitación, sin embargo, era el piano de cola abierto, a pesar de su dignidad se veía un poco mermado por una tabla de planchar que se apoyaba contra él de un modo nada solemne. Y tampoco el tricornio que colgaba de una esquina de la tapa, y que con toda seguridad madame Rossini estaba buscando desesperada, acababa de encajar en el cuadro. Pero en fin, tal vez esa era la idea que tenía Hyunjin de Nuevo Estilo.

-¿Queréis tomar algo? -preguntó Bangchan muy en el papel de anfitrión.

-¿Qué tenéis? -preguntó Jeongin a su vez, y lanzó una mirada desconfiada hacia la cocina, en donde había un montón de paltos cubiertos de algo que probablemente un día había sido salsa de tomate. Aunque también podría tratarse de un experimento de medicina de Hyunjin.

Bangchan abrió la nevera.

-Esto... Veamos. Aquí teníamos leche, pero la fecha de caducidad es del miércoles pasado. Zumo de naranja..., ¡vaya!, ¿el zumo de naranja se puede solidificar? El envase cruje de un modo muy raro. Pero esto tiene un aspecto muy prometedor, debe de ser una especie de limonada mezclada con...

-Yo tomaré solo agua, gracias.

Jeongin iba a dejarse caer en el enorme sofá gris, pero en el último momento recordó que su traje no era apto para ese tipo de vulgaridades y tomó asiento en el borde muy modosamente. Yo me hundí en el sofá a su lado lanzando un largo y enorme suspiro.

EsmeraldaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora