Dale gas, viejo! -gritó Xemerius acurrucado en mi regazo en el asiento del acompañante del Mini de Hyunjin, que avanzaba a paso de tortuga por el Strand entre el tráfico de primera hora de la tarde-. Poco a poco se acerca la hora del enfrentamiento decisivo con el maligno.-Chitón -le murmuré a Xemerius-. Por mí el conde puede esperar por los siglos de los siglos.
-¿Cómo dices? -Hyunjin me miró extrañado.
-No, nada. -Miré hacia fuera de la ventana-. Hyunjin, ¿crees que realmente bastará con lo que hemos pensado? -Mi euforia de la mañana se había esfumado y había sido sustituida por una especie de excitación nerviosa de esas que hacen que no puedas parar de morderte las uñas.
Hyunjin se encogió de hombros.
-En todo caso nuestro plan es mejor que... ¿cómo lo llamaste?; ah, sí, la «estrategia general de actuación» de esta mañana.
-Yo no lo llame así, fue Jeongin -le corregí.
Durante un rato permanecimos callados, absortos en nuestros pensamientos. Supongo que aún no nos habíamos recuperado del todo de nuestro encuentro con Wooyoung y San. Yo, en todo caso, no me había dado realmente cuenta de lo estresantes que podían ser los viajes en el tiempo hasta que en el salto de vuelta habíamos interrumpido en un ensayo del coro de la iglesia y habíamos tenido que escapar a todo correr, perseguidos por varias vociferantes sopranos que debían de rondar los setenta años. Pero al menos ya estábamos preparados para nuestro encuentro con el conde de Saint Germain. Había sido Wooyoung el que nos había ayudado a dar con la idea clave, y esta idea era también la razón de que me estuviera quedando sin uñas.
-¡Chico, a ver si conduces como Dios manda! -chilló Xemerius tapándose los ojos con las zarpas-. ¡El semáforo no podía estar más rojo!
Hyunjin apretó el acelerador y se saltó la preferencia del paso de un taxi antes de girar a la derecha en dirección al cuartel general de los Vigilantes.
Poco después frenó haciendo chirriar los neumáticos en el aparcamiento. Se volvió hacia mí y me apoyó las manos en los hombros.
-Felix -empezó a decir muy serio-, pase lo que pase...
No pudo seguir, porque en ese instante la puerta de mi lado se abrió de golpe, y cuando ya iba a girarme para echarle una bronca al inefable mister Marley vi que quien nos había interrumpido no era él, sino mister George, que se pasaba la mano por su resplandeciente calva con aire preocupado.
-¡Hyunjin, Felix, por fin! -dijo en tono de reproche-. Llegáis más de una hora tarde.
-Los más guapos de la fiesta siempre se hacen esperar -graznó Xemerius saltando de mi regazo. Le lancé una mirada a Hyunjin, suspiré y bajé del coche.
-Vamos, chicos -nos apremió mister George mientras me cogía del brazo-. Ya está todo preparado.
«Todo» era un sueño de bordados y puntillas color crema combinados con terciopelo y brocado de un frío tono dorado para mí y una levita con colores vivos para Hyunjin.
-¿Esto que veo son monos? -Hyunjin miró la prenda como si estuviera impregnada de cianuro.
-Para ser más precisos, monos capuchinos.
Madame Rossini le dirigió una sonrisa radiante y le aseguró que los animales exóticos era el último grito en 1782. Y ya iba a extenderse sobre lo que le había costado generar los datos del bordado para su máquina de coser a partir de documentos originales cuando mister George, que estaba esperando ante la puerta mirando su reloj dorado, intervino para cortarla. No me explicaba por qué tenía tanta prisa. Al fin y al cabo, para el conde, la hora que fuera no representaba ninguna diferencia.
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Esmeralda
FanfictionLibro Tres Hyunjin está en grave peligro y su única esperanza es Lix... aunque Felix ya no confía en él. A Lix no le hacía ninguna ilusión ser el último viajero en el tiempo, ni tener que saltar al pasado para cerrar el Círculo de los Doce (que, ade...