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Mientras observaba la maleta escondida detrás de la puerta de su habitación, BaekHyun lloraba. Las lágrimas caían en silencio, rodaban sobre sus mejillas y aterrizaban sobre su camisa azul. Le dolía el pecho, le dolía la cabeza, le dolía el alma. Sentía que estaba a punto de abandonar a su padre. Por momentos, se arrepentía de su decisión, tomaba el teléfono y presionaba el nombre de su alfa para llamarlo, después se arrepentía de eso también, así que no concretaba las llamadas. El pequeño omega era un lío.

Miró el reloj en su mesita de noche, eran las seis treinta apenas. Al salir de la universidad, se apresuró a llegar a casa. Tomó su maleta y comenzó a empacar, las lágrimas comenzaron a caer en ese momento y no se detuvieron. Era una situación jodida, su corazón estaba dividido y su mente no podía dejar de luchar con dos resoluciones. En el mejor de los casos, JungSoo aceptaría su relación con un alfa, les pediría que se tomaran un tiempo para conocerse mejor, así podría quedarse a vivir con su padre un poco más. Sería una despedida amigable, paulatina, cuando por fin se casara con ChanYeol y empezaran una vida juntos. Visitarían al beta cada fin de semana, o ellos organizarían cenas familiares con él. Era una buena perspectiva, era lo que BaekHyun quería.

La otra posibilidad no le brindaba tanta paz. JungSoo enfurecería, habría gritos y muchas lágrimas. BaekHyun terminaría por tomar su maleta y largarse con ChanYeol, antes de que su padre pudiera tomar su pistola para herirlo. Así, pasarían muchos años, antes de que el beta pudiera perdonar tal traición, quizá moriría antes de poder reconciliarse con su hijo. Aquel escenario, sólo provocaba que BaekHyun llorara más. La incertidumbre lo estaba enloqueciendo.

Bajó a la cocina, preparó un té de manzanilla para apaciguar a su estómago revuelto. Se sentó en la silla que ocupaba usualmente, mientras se preguntaba si volvería a sentarse ahí alguna vez. Nunca había notado las grietas en el techo, estaban en una esquina y comenzaban a bajar por la pared. Si todo sale bien, ChanYeol podrá repararlas, pensó. Quizá, sería buena idea rogarle a JungSoo, llamarlo cada día, hasta que su furia cediera y pudieran hablar. El omega estaba pensando en todo.

Tomó su taza y salió al jardín, a su pequeño estudio. Todo su material y casi todas sus obras estaban ahí. Esperaba que su padre lo dejara regresar por sus cosas de a poco. Extrañaría mucho ese espacio, era sólo de él, con la luz perfecta. Suspiró.

Cuando terminó su té, lavó la taza y regresó a la habitación. Tomó en sus manos el pequeño proyecto en madera, que había terminado la noche anterior, eso le daba un poco de seguridad. Tenía puesto el corazón en ese diminuto objeto. Miró el reloj otra vez, JungSoo estaba por llegar. No estaba listo para enfrentarlo, para decirle la verdad, para marcharse. Pero, el llamado de su naturaleza era más fuerte, ya no podía echarse para atrás.

Escuchó un auto estacionándose en la entrada, así que bajó corriendo las escaleras. El sonido de la camioneta de ChanYeol era inconfundible. Abrió la puerta, justo cuando el alfa caminaba hacia ella.

—¡ChanYeol!

Sin importarle qué vecino pudiera verlo, el omega corrió al encuentro de su alfa. Necesitaba sentir la seguridad de sus brazos fuertes rodeándolo. No se decepcionó, porque ChanYeol lo apretó fuertemente contra su cuerpo, recibiéndolo con el corazón inflamado de amor.

—Baek... ¿Estás bien? —el alfa habló en su tono más dulce, mientras acunaba el bonito rostro de su omega entre las manos.

—Sí... Supongo que estoy tan bien como puedo estar, dadas las circunstancias. Entra.

BaekHyun tomó la mano de su alfa y lo guio al interior de la casa. Subieron las escaleras, hacia su habitación.

—¿Sólo llevarás una maleta?

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