CAPITULO VIII ✨

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MARATÓN #3

Durante la hora siguiente Mew tuvo que lidiar con un esclavo histérico y con una pelea sobre la selección de música de la pista de baile.

Después de eso disolvió un altercado entre dos Amos sobre una sumisa. Y lo peor era que había sido la sumisa la que había incitado la pelea.

Los Doms todavía estaban aprendiendo sobre BDSM, así que, en lugar de recriminarles su actitud, les dijo que hablaran sobre cómo habían llegado al punto de dejar que la sumisa asumiera el control de la situación y no al contrario.

Retiró a la sumisa de la ecuación. Harmonie indudablemente no vivía de acuerdo a su nombre.

Había causado problemas antes y su tolerancia con ella se había terminado, de forma que hizo que un miembro del personal la acompañara al piso principal, donde tenía reservada un área acordonada para los castigos públicos.

Mitchell, un rollizo Amo de Australia, la desnudó, y luego Mew usó los controles que bajaban el potro de madera hasta el nivel de las rodillas.

Cuando el potro descendió balanceándose sobre unas fuertes cadenas, la mujer se puso a horcajadas sobre él.

Después Mew alzó al potro. Cuando la tabla llegó hasta el pubis de la mujer, Mitchell amarró las esposas de sus muñecas a unas cadenas que corrían horizontalmente entre la parte delantera y trasera del potro, permitiendo que Harmonie mantuviese el equilibrio.

Mew siguió subiendo el potro despacio hasta que la mujer se puso de puntillas para alejar su pubis de la tabla.

La tabla no era dura, pero sí muy estrecha. A Mew le recordaba un suceso que tuvo lugar en su juventud, cuando se había resbalado intentando subir una valla.

Su ingle había impactado sobre la barandilla de no más de dos centímetros de ancho y sintió como si sus testículos subieran hasta la garganta, haciéndole resollar.

Mientras Harmonie siguiera de puntillas, no tendría problemas. Mew estudió su peso y su tono muscular.

Después de aproximadamente quince minutos, los músculos de sus muslos se rendirían y se derrumbaría haciendo que su coño impactase contra una tabla muy estrecha.

Cabalgar el potro de madera era un castigo doloroso y rara vez erótico, especialmente sin otro tipo de estimulación.

-Harmonie, te quedarás aquí media hora pensando en tu comportamiento. Si te mantienes en silencio, Mitchell te soltará y podrás seguir jugando. -Aunque seguramente su coño le dolería tanto que se iría a casa-. Si haces ruido o usas la palabra segura, tendrás prohibida la entrada en el club durante un mes. ¿Te queda claro?

-Sí, mi señor. -susurró la mujer.

Mew miró a Mitchell.

-Pon el cartel sobre ella, por favor.

-Será un placer. -Mitchell colgó el letrero de madera que decía SUMISA MALA sobre ella, y tomó asiento en una mesa cercana.

Supervisaría su condición y la soltaría si fuera necesario.

Mew sacudió la cabeza. Dudaba que Harmonie cambiara su comportamiento. Estaba más interesada en conseguir atención y sexo que en servir a otro.

En cambio, Gulf tenía un deseo instintivo de complacer. Se había mostrado angustiado ante su cólera. De hecho, la atención lo hacía sentirse incómodo.

Después de volver a revisar la escena de castigo para comprobar que fuera segura, se dirigió al calabozo.

Gulf estaba sentaba cerca del centro de la habitación con el pelo enmarañado alrededor de la cara. Era encantador en su modestia. Sus grandes ojos estaban sobre una Dom que estaba torturando la polla de un esclavo.

SI, MI SEÑOR <~ ADAPTACIÓN MEWGULF ~>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora