CAPITULO XXV✨

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Mew empezó temprano el fin de semana y el viernes condujo a su pequeño rancho. El sol ardía en lo alto era perceptible en el aire. Había olvidado cuánto disfrutaba al estar allí.

Sonrió. Aquél era su lugar favorito. Nice lo había llamado «su lugar para relajarse y despejar la cabeza».

Nice había muerto en la casa del rancho, y Mew había enterrado sus cenizas allí arriba.

-Hola, mi precioso Nice. -Con el paso de los años había sentido su presencia en aquel lugar. Quizás fuera su imaginación, quizás no.

La noche anterior, cuando Gulf había dicho que lo quería, se había dado cuenta de que todavía no había resuelto sus sentimientos por Nice. No se podía dar por entero a Gulf y eso no era justo para él.

Suspirando, se sentó junto a la tumba de piedra de Nice. Amado Esposo.

-Tú lo eras -dijo-. Mi amado esclavo y amada pareja también. -Se apoyó contra el árbol que lo protegía-. Moriste demasiado pronto. Nunca tuve la oportunidad de decirte adiós.

Nice había ido al rancho para ver un nuevo potro y se había quedado solo en la casa. Los dos capataces lo habían encontrado a la mañana siguiente, ya muerto. Los doctores insistieron en que su muerte fue rápida, un aneurisma aórtica. Nada podría haberlo salvado.

Pero las razones no importaban. Mew debería haber estado allí para él.

-Vine para decir adiós, Nice. -Trazó un círculo en la tierra-. Estoy listo y sé que piensas que ya era hora. Gulf es un hombre encantador con un corazón tan grande como el tuyo.

Justo entonces, un halcón de cola roja voló en círculos en el cielo. A lo lejos, se oía el sonido de algunos pájaros.

No había pensado que alguna vez llegaría la hora en que querría abrir su corazón otra vez. Pero había pasado. El pecho le dolía. Mucho.

-Te querré siempre, pequeño esclavo. No pensé que podría querer a otra persona tan profundamente, pero Gulf me ha atrapado. -Respiró hondo y lo admitió ante sí mismo. Ante el mundo-. Realmente lo quiero.
Las palabras lo golpearon con fuerza, le atravesaron las entrañas, aterrándolo. Así que las dijo otra vez.

-Te quiero Gulf Kanawut. -Miró fijamente el horizonte. De algún modo había encontrado un camino que no había previsto.

Ya no creía que la vida fuera una bonita llanura, tal y como había pensado de joven, sino que tenía colinas y valles, esquinas, curvas pronunciadas y despeñaderos.

-Deséame lo mejor, cariño.



El viernes por la noche, alejándose un momento de la fiesta, Gulf verificó su aspecto en el espejo del baño. No estaba mal. Su traje nuevo era de color lila. Su cabello no quiso cooperar, así que lo dejo a un lado, pero aun así se veía decente.

No llevaba ningún collar, sin embargo. Trazó con un dedo la curva sobre el hueco de su cuello. ¿Qué se sentiría al llevar una gargantilla de plata? Una como la de Fluke.

Eso no ocurriría, ¿o sí? ¿Por qué había expresado en voz alta sus sentimientos?

Recordar la reacción de Mew oscureció su humor como la atmósfera antes de una tormenta. Se miró en el espejo. ¿Si Mew no quería oír nada acerca de sus emociones, porque le insistía para que las expresara?

¿Qué consiguió a cambio? Cortesía. Yo le amo, y Mew necesita pensar sobre ello.
Obligándose a sonreír, entró en la sala llena de los socios de la empresa de Yacht, amigos de su madre, miembros de las sociedades benéficas a las que respaldaban, vecinos y antiguos conocidos.

SI, MI SEÑOR <~ ADAPTACIÓN MEWGULF ~>Donde viven las historias. Descúbrelo ahora