Gildarts (V)

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GILDARTS

La próxima generación

—Es preciosa —las palabras de Kasai llenaron de orgullo a Gildarts, que veía como su aprendiz cogía entre sus brazos a Daifurne, por primera vez.

Habían pasado dos meses desde que Kasai cayó ante El Gran Oso pero cualquiera hubiese dicho que habían pasado años, las cicatrices de Kasai casi habían desaparecido gracias a la magia de los shugenjas de la Grulla y la tristeza por la muerte de su esposa se había convertido en felicidad por ver a su hija, viva y sana.

—Tiene el cabello de su padre —añadió el hombre espíritu.

La niña era un bebe rosado y regordete con una fina capa de pelo rubio en la cabeza, tenía unos pequeños ojos negros que estaban medio adormilados. Daifurne bostezaba de vez en cuando, mientras agarraba el pulgar de Kasai con la mano.

Una shugenja entró en la habitación, era una shugenja muy joven, Gildarts no la había visto antes.

—Akane-sama quiere verlo Gildarts-san —dijo la joven sin mirar a Gildarts directamente, signo de que posiblemente era su primer día.

Gildarts no había vuelto a hablar con Doji Akane desde lo de Kasai, había intentado una y otra vez hablar con su señor, pero nunca consiguió nada. Aquella notificación lo pillo por sorpresa.

—Iré de inmediato —decidió Gildarts.

La shugenja asintió con una reverencia y se puso manos a la obra con la higiene de la niña, limpiarla y asearla. Gildarts salió de la habitación pensando en lo que le diría a Akane, pero por más que lo intentaba pensar en las palabras adecuadas, la ira reprimida le ganaba la batalla y terminaba deseando utilizar su magia para demostrarle a su señor los peligros de actuar precipitadamente con la magia.

En los dos meses que habían pasado desde que Gildarts tuvo que retirar a su batallón, la guerra no había avanzado y actualmente no era más que una disputa por unas tierras que solo se libraba con abanicos, palabras con doble sentido y favores políticos.

Cuando llegó a la puerta de la sala principal de la sala de feudal vio que no era el único que estaba esperando una audiencia con Akane.

Allí esperando estaban esperando Nagashi Chi y su sobrino, Daidoji Matutsen, Daidoji Kaneko, Kakita Lee y Doji Amanure.

—Hacía tiempo que no te veía Gildarts —le dijo Matutsen, que hacía gala de su tosquedad habitual, la última vez que Gildarts lo había visto fue hacía un mes y desde luego los rumores sobre Khram no habían hecho mella en su dura personalidad.

—Celebró volver a verte, amigo mio, ¿alguna noticia sobre Khram? —preguntó Gildarts con cordialidad, había demasiada gente delante como para no demostrar toda su elegancia al hablar.

—No. Desde que se fue en busca del fugitivo del Cangrejo nadie ha vuelto a saber de él —respondió Matutsen con desden.

—No parece que te importe mucho —intervino Nagashi Chi, un samurái de una familia vasalla de los Doji.

Era un hombre delgado y de mediana altura, nunca había destacado en combate ni era capaz de mantener una conversación interesante, pero su bisabuelo salvó la vida de un antiguo señor feudal y eso otorgó a la familia Nagashi la posición de familia noble.

—Solo era un plebeyo venido a más, no entiendo como nuestro señor lo mezclaba con nosotros. —las palabras de Matutsen no gustaron nada a Gildarts, que tenía cierto apego a Khram, a pesar de que no fuera de sangre noble.

—Era nuestro compañero después de todo —sentenció Gildarts, que no acabó muy conforme con sus palabras— quiero decir, es nuestro compañero.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora