Garren (IV)

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GARREN

Desesperación

Los primeros rayos de sol de la mañana lo despertaron. Le dolía la cabeza y tenía un inconfundible sabor a sangre en la boca, aunque no sabía porque.

Lo último que Garren recordaba era que estaba luchando contra cuatro drows a la vez, no le dejaban ni un segundo de descanso, pero el caballero los mantenía a raya mientras Media-oreja se adentraba aun más en la guarida.

—Por fin despiertas, caballero. —la voz de Media-oreja era inconfundible al igual que su tono orgulloso— Tuvimos que cargar contigo por todo el trayecto, al final resultaste ser más una pesada carga que un salvador.

Garren intentó levantarse pero un dolor punzante en la nuca se lo prohibió.

—¿Que me ha pasado? —pregunto Garren, desorientado, como la primera vez que llegó a aquel extraño lugar después de caer en Morgadíl— ¿estamos ya en Arbolquia?

El veterano elfo asíntió y le acercó una taza con agua.

—Llevas varios días inconsciente, tendrás sed.

Garren no había sentido sed, hasta ese momento, a decir verdad no había sentido nada, era como si estuviese flotando. Bebió agua y con cada sorbo sentía cada vez más ganas de seguir bebiendo; cuando acabó con la taza pidió otra, después otra, y otra...hasta seis tazas, que el caballero bebía como si fuese la última vez.

—Uno de esos cabrones te golpeó en la cabeza con una maza. Puedes darle las gracias a tu armadura, que hizo bien su trabajo —le narraba Media-oreja mientras Garren bebía agua.

«Revan así lo ha querido, sabía que no me abandonaría».

Garren se intentó poner en pie pero al primer intento cayó al suelo, Media-oreja corrió a ayudarlo pero el caballero hizo un gesto para que el elfo no interviniese.

—Puedo yo solo —insistió Garren.

El elfo movió la cabeza de un lado a otro negando con ella.

—Los humanos, ¡que raza más testaruda! —exclamó.

Después de varios intentos, por fin pudo ponerse en pie y comenzar a dar los primeros pasos, eran lentos y poco coordinados pero cada movimiento era mejor y más fluido que el anterior y consiguió llegar al otro extremo de la habitación sin caer de nuevo al suelo.

—Ya te dije que podía —le dijo Garren al elfo con claro orgullo.

El elfo puso una sonrisa pícara.

—Mi bisabuelo con trescientos años era más ágil que tu con...¿cuantos inviernos has visto, caballero?.

—Menos de trescientos, eso seguro —Garren rió junto con el elfo, que aunque no se llevaban bien, desde luego su relación había mejorado con el incidente.

Media-oreja esperó a que Garren se pusiese su armadura, que estaba magullada después de la batalla, tenía abolladuras y grietas por toda la parte del torso, y estaba fuertemente castigada en la parte de la nuca, «¿que haría sin ti, compañera?», pensó Garren que buscó inconscientemente el nombre de su padres en el interior de la armadura, «si me hubieseis visto, estaríais orgullosos de vuestro hijo, que ha cumplido su juramento».

Cuando salieron de la pequeña habitación, que solo tenía una cama y una mesa con una jarra de agua, fueron hacía el templo donde lo aguardaba el resto de Arbolquia, que coreo su nombre. Garren no estaba acostumbrado a que lo aclamasen, y menos por hacer su trabajo.

—Ciudadanos de Arbolquia. —comenzó el caballero, que alzó la voz todo lo que pudo para que hasta el más lejano de sus nuevos admiradores pudiese escucharlo sin perder ni una sola palabra— Os agradezco, de todo corazón, vuestra hospitalidad y vuestra amabilidad. Pero yo solo soy un siervo del bien y de la justicia, que ha luchado por preservar ambas, así que os pido que no utilicéis mi nombre en vuestra celebración. —Garren cogió la mano de Media-oreja y la alzó todo lo que pudo— Este es vuestro héroe, el verdadero valiente y salvador. A él le debéis mucho más que a mi.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora