Garren (II)

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GARREN

La promesa de un hombre bueno

El último barco a Cerelia había partido la noche anterior, Garren habría dado lo que fuese por navegar en él pero su rostro estaba pintado en todos los carteles del puerto. Lo buscaban por asesinato, robo y secuestro.

El dinero se iba terminando cada vez más deprisa desde que el caballero accedio a escoltar a Elenia, la elfa que rescató, devuelta a su hogar. Elenia le prometió que una vez llegasen allí su padre le obsequiaria con dinero para que pudiese retomar su viaje, aunque para su desgracía tenía que recorrer todo el reino para llegar hasta ese obsequió. Los días eran difíciles, el sol ardia con fuerza y la armadura lo abrasaba por dentro, tanto que en la última semana tuvieron que viajar solo de noche por temor a que Garren cayese enfermo.

—Quitate esa armadura, aquí no hay peligros —le sugirio la elfa mientras cabalgaban por una de las carreteras principales del

Pero Garren no le hizo caso, para un caballero la armadura era tan importante como su corazón, sin ella no valía nada. Tenía mucho cargo de conciencia por la perdida de su escudo y no estaba dispuesto a deshonrarse aun más así mismo. Garren notaba como Elenia gesticulaba a sus espaldas, notaba como lo tomaba por tonto cuando él le dijo que no conocía sus dioses, pero también notaba la forma en la que lo miraba «le he salvado la vida, es normal que me mire así», se decía Garren para sus adentros.

Elenia era una elfa delgada y esbelta, de pechos pequeños y caderas estrechas, no era una belleza pero tras tres semanas cabalgando con ella abrazada a su cintura Garren empezó a dejar de verla como una elfa indefensa para verla como una mujer.

«Llevo demasiado tiempo lejos de mi hogar, lejos de mi prometida, demasiado tiempo sin el calor de una mujer», era la frase que repetía cada vez que Elenia hacía algún intento de insinuarse. Los ultimos dos días que pasaron viajando con el sol en el cielo, Elenia fue a pie porque no podía tocar el metal de la armadura sin quemarse.

Habían cabalgado muchas millas sin llegar a encontrar ningún pueblo o aldea pero finalmente llegaron a un pueblo similar al de la posada de la viuda, así que Garren decidio descansar allí al menos un día para reponer fuerzas y con suerte recopilar algo de información nueva.

La posada donde se hospedaron era más grande que última posada donde Garren estuvo, pero también menos cuidada. Pidieron una habitación para dos con la intención de ahorrar dinero, pero aun así a Garren le parecio caro. En la habitación había agujeros llenos de moho, la cama era un colchon relleno de paja y la ventana no cerraba bien «al menos hay una pequeña habitación con agujero para las mañanas», Garren se alegró al saberlo, llevaba días sin poder vaciar el vientre.

Había más personas en la posada, pero para desgracía del caballero de Morgadíl ninguno le fue de utilidad, estaban todo el día bebiendo para acabar las noches borrachos sin saber donde estaban, el posadero era mudo y lo único que hacía era señalar los precios que tenía anotados en una pizarra cuando alguien le pedía algo.

—Esto es peor que el puerto —Elenia se quejaba constantemente, por todo, desde Garren y su armadura hasta los mosquitos que había por los campos que recorrían en las noches.

—Quizás, pero no había otro lugar —Garren dedicaba varias horas a cuidar su armadura y espada, también tardaba mucho tiempo en quitarse su armadura, Elenia se ofrecía a ayudarle pero para Garren quitarse la armadura él mismo era un ritual personal que hacía a diario desde que lo nombraron caballero.

—Podríamos haber tomado el camino del Valle blanco, hubiésemos encontrado mejores posadas —Elenia le había sugerido tomar ese camino a Garren pero hubiesen tardarían una semana más en llegar la ciudad de Arbolquia, el hogar de Elenia y lo último que pretendía el caballero era gastar más tiempo y dinero.

El legado de Rafthel I: El señor del sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora