Matt
Trece años atrás
-Alemania
Gritos se escuchan a lo lejos, me aproximo a la cabaña corriendo, aquel lugar donde siempre puedo estar cuando tia Margaret empieza a chillar.
Me siento muy cobarde por escapar de esta manera, pero no consigo aguantar otro de los maltratos de la hermana de padre. Trato de hacer oídos sordos, tal y como madre había indicado para que sus insultos no doliesen. Me sabe mal por mi hermana, con tan solo dos años tiene que estar aguantando tanta malas vibras de golpe, tantos gritos y malas palabras.
No entiendo como sigue tía Margaret viviendo con nosotros, pero también es normal, padre nunca se enteró de sus maltratos hacia madre y a mi. Nos llama desgraciados, trepadores y, sobretodo, bastardos.
Tiene a padre hipnotizado, con sus pasteles de arándanos y su sonrisa inocente. Supongo que es normal, es su hermana pero, sin embargo, nosotros somos su familia, su verdadera familia, a pesar de que yo sea su primogénito jamás pasó tiempo conmigo. Tiene grandes responsabilidades bajo sus hombros. Según me explicó el monarca Ludwid Suberbug, un señor alto, con bastante grasa muscular, un suave mostacho y gran cantidad de pelo entre castaño y canoso le concedió este puesto para agradecerle por su gratitud y su noble gesto por ayudar al pueblo. Gracias a ello somos una familia demasiado distinguida entre las demás y gracias a ello, a mi, me convierte en el futuro duque de Alemania. Si la familia real no concede a un varón pronto mi puesto, a pesar de ser tan solo un crío de diez años, me convierte en el próximo heredero al trono.
-¡¿Niño del demonio donde te escondes?!
Los gritos de esa mujer me sacan de mi mundo y procedo a esconderme detrás de uno de los sillones que se encuentra. Si me encuentra, se lo que pasará. Me pondrá la mano encima repitiéndome una y otra vez que la culpa es mía.
-Sabia que te escondías aquí, cobarde. No entiendo como mi hermano pudo concebir a tal bastardo.
Retengo las lágrimas que amenazan en salir, pues se que si salen, será muchísimo peor.
-Ven aquí, no me obligues ahí o lo que tengo pensado para ti se multiplicará el triple. ¡Ludwid ven aquí!
¿Ludwid? ¿Qué hace Ludwid aqui?
-Haz lo que quieras con el muchacho, mátalo si es necesario, yo me encargaré de su madre. Estoy harta de que estos dos bastardos le laven el cerebro a mi hermano para quedarse con su dinero.
Ludwid sonríe ampliamente, de lado. Una sonrisa que hace que me estremezca del asco y del miedo. Se aproxima a mi lentamente mientras escucho como tía Margaret cierra la puerta con llave. Se detiene a un metro de mi.
-Se un niño bueno anda, acércate.
Su voz sonaba áspera, desesperada, ronca. Me daba grima, solo quería salir de ahí.
-¡He dicho que te acerques!-su grito me hizo sobresaltar de donde estaba y seguido, se aproxima él, con furia. -¡Eres un maleducado! Más te vale no decirle nada de lo sucedido a tu papaito o...-hace un gesto con la mano simulando que me cortaría el cuello. Asiento levemente, asustado.-Arrodíllate, ¡vamos!
Le hago caso, con temor, quizás me pegue una paliza y todas mis pesadillas acabarían.
Observó desde demasiado cerca como se desabrocha su pantalón marrón, puedo ver como un bulto se asoma tras la tela. Termina de bajarlos quedándose en ropa interior, la cual tiene manchas amarillentas y grisáceas.
-Tú tia me dió permiso para hacer lo que yo quiera. Pagué una millonada solo por un rato, más te vale obedecer niñito.
Sus piernas peludas se aproximan a mi rostro. Noto como la acidez sube por mi garganta, amenazando con vomitar. Agarra mi mano y la acerca a su entrepierna.
-Tócame y compláceme y más vale que lo hagas bien.
Sabía que no tenía escapatoria y que por mucho que gritara, nadie me escucharía o sea que, simplemente, obedecí. Su piel era áspera, sumando su grueso bello a los alrededores de su miembro, fría bajo las yemas de mis dedos. Los dientes de aquel hombre se apretaron levemente mientras su mano izquierda yacía en mi nuca.
-¡Chupa!
El olor a la acidez del sudor de aquel hombre, que por tantos años me cuidó y estuvo en comidas familiares impregnaba mis fosas nasales. Acerque mi boca a su corta y gruesa longitud y con remordimientos en la cabeza obedecí su orden.
-Quieres mi pene, claro que lo quieres niñito.- dijo él, con voz grave y rasgada, aquella que en estos instantes yo repugnaba.
Ludwid jadeaba constantemente mientras estiraba bruscamente de mi pelo, marcando el ritmo a su gusto.
-Ya me cansé.
Sin soltarme Ludwid me empujó aun más hacia abajo consiguiendo que su duro miembro se introdujera en mi diminuta boca. Mientras tanto él se acariciaba de arriba a bajo, concediéndole más placer. Un placer que yo asqueaba.
-¡Levántate!- obedecí, con las piernas temblorosas- ¡Voltéate!
Le hice caso, sin miramientos y bruscamente se introdujo en mi. Desearía en estos momentos no haber nacido jamás o almenos haber huido con madre. Pero no, siempre fui un cobarde.
Su miembro se movía fuerte y agresivamente dentro de mí y lo único que yo podía hacer era chillar y chillar.
Solo temía por madre, pues a saber que estaría sucediendo con ella ahora.
Deje de omitir ruido pues tan solo podía irme, dejar mi cuerpo como un recipiente vacío mientras estos duros acontecimientos comenzaban a ser peores, simplemente deje volar mi imaginación y con lágrimas él los ojos hice todo lo que me pidió.
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Mis últimas nubes
RomantikRecién empiezo esta historia, o sea que pido paciencia. Iré actualizando casi cada día, lo prometo. "Los capítulos son de extensión corta." ________________________________________ Lisa Mcblay, una adolescente reluciente y con las ideas muy claras. ...