11. Resurrección Prohibida

5.5K 415 39
                                    

T/N

El eco de la pulsera al caer resonó en mi mente, como un golpe seco que marcaba un punto sin retorno. Mi corazón se desbocaba y una sensación de pérdida profunda me envolvía, dejándome paralizada por un instante. Por primera vez en mucho tiempo, no tenía control sobre la situación.

Elaine se levantó del suelo, su expresión era de confusión y vulnerabilidad.

—Ban, nosotros... —comenzó a decir, pero de repente sus piernas cedieron y Ban se lanzó para sostenerla antes de que cayera.

—¡Elaine! ¿Qué te sucede? —preguntó Ban, su voz teñida de preocupación.

Sentí el pánico al ver a Elaine tambalearse, así que corrí hacia ellos, mi respiración acelerada.

—¡Elaine! —llamé preocupada.

Pero antes de que pudiera llegar, un profundo retumbar resonó desde las profundidades de la pradera. El suelo tembló levemente y una espesa niebla oscura comenzó a extenderse a nuestro alrededor, como una marea sombría envolviendo todo a su paso. Sabía que esa sensación nunca traía nada bueno.

Una risa gutural y distorsionada cortó el aire, reverberando con un eco siniestro que heló mi sangre.

—¿Qué esperaban que sucediera? —una voz burlona se burló desde la niebla.

De entre la oscuridad, emergieron dos figuras imponentes que me hicieron contener la respiración. Sus siluetas eran inconfundibles: Melascula, el Mandamiento de la Fe, y Galand, el Mandamiento de la Verdad.

Melascula sonrió con un aire cruel y venenoso, sus ojos brillando con malicia.

—La ley de la resurrección por rencor —explicó Melascula, su voz rezumaba desprecio— es una técnica prohibida que amplifica los rencores de los muertos y los hace regresar con una nueva fuerza vital. Si luchas contra esos rencores o intentas dispersarlos, la muerte te estará esperando.

Las palabras de Melascula eran claras, y supe de inmediato lo que significaban. Elaine había regresado, pero no por completo. Algo la había traído de vuelta, algo oscuro y retorcido. Pero, en su confusión, Elaine había superado el rencor, aferrándose al amor que sentía por Ban, había disipado su propio odio. ¿Acaso había superado el rencor y odio que la mantenía anclada a este mundo?

Ban, siempre protector, la sostuvo con más fuerza y la escondió detrás de una roca cercana, como si eso pudiera alejarla de todo lo que se avecinaba. Pero sus ojos ya no estaban en ella; estaban fijos en los Mandamientos. Pude sentir cómo la furia comenzaba a arder en él.

Melascula miró a Ban con un brillo de interés en sus ojos oscuros.

—¿Eres uno de los Siete Pecados Capitales de los que Fraudin nos habló? —preguntó con una sonrisa burlona, disfrutando del desafío que se avecinaba.

Ban alzó una ceja, su rostro reflejaba un completo desinterés. Apenas le prestaba atención a las palabras de la Mandamiento.

—¿Fraudin? Ese nombre no me suena —respondió con aburrimiento, haciendo girar su arma entre los dedos—. Mejor díganme... ¿Ustedes dos mierdecillas tienen nombre o solo vienen a hacer el ridículo?

Galand estalló en carcajadas, su risa profunda resonando como el eco de un trueno en la pradera. Su enorme figura se inclinó ligeramente hacia adelante mientras lo hacía.

—Tienes huevos para ser un simple humano, eso está claro —dijo con un tono áspero, y luego giró su mirada hacia mí, su expresión se volvió cruel y burlona.

La risa de Galand resonó como un trueno, pero cuando su mirada se dirigió a mí, sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Sabía lo que iba a decir.

AMOR ETERNO - BAN Y TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora