AMOR ETERNO - BAN Y TÚ

12. La Fe de un Ladrón

BAN

—¿Ya se cansaron? Porque mi baile apenas empieza —dije, sin borrar la sonrisa de mi rostro. La cara de Galand expresaba ira, como un demonio a punto de explotar. Melascula, por otro lado, se mantuvo completamente serena, mirándome con esos ojos fríos como si estuviera por encima de todo.

Me lancé de nuevo hacia Galand, y mi bastón triple Sansetsukon giró en mis manos, golpeando su cuerpo con fuerza. Sentía cada impacto resonar mientras lo hacía retroceder, aunque su mueca de furia y su mirada cargada de odio me indicaban que apenas comenzaba a tomarse en serio el combate. Y eso era exactamente lo que yo quería. 

De repente, en medio de nuestro intercambio, vi que sus ojos se desviaban hacia t/n, quien se había colocado en posición para atacar al ver la mirada de Galand. Vi cómo se le formaba una sonrisa torcida y, antes de que pudiera procesarlo, en un parpadeo, extendió su mano metálica hacia ella, como un cazador atrapando su presa. 

Algo en mi pecho estalló. No iba a permitir que si quiera la tocara.

—¡Ni lo sueñes, desgraciado! —rugí, lanzándome hacia él con toda la fuerza que tenía.

Desvié su brazo con mi sansetsukon justo antes de que alcanzara a t/n. Sentí un estallido de energía recorrer mi cuerpo, como si mi propio poder hubiera decidido unirse a la fiesta. Galand retrocedió, tambaleándose, y aproveché ese segundo de debilidad para lanzarle un golpe directo a la mandíbula. Ya no había juego en mis movimientos.

Galand me miró, sorprendido y furioso, pero antes de que pudiera reaccionar, ya le había asestado otro golpe , cada golpe llevaba una furia inusual, como si quisiera dejar claro que no le permitiría ni el más mínimo intento de tocarla.

—¡Argh, maldito humano! —gritó Galand, su lanza deslizándose hacia mí. Su velocidad era impresionante, pero el hambre de pelea en mis venas me hacía más rápido. Giré a un lado, esquivando su ataque y acertando otro golpe en su costado.

Melascula, aún sin inmutarse, me observaba como si analizara cada movimiento. Sentía sus ojos clavados en mí, evaluándome, y pronto entendí por qué.

—Así que tu poder roba la fuerza de tus oponentes... —dijo con desdén—. Qué poder más ruin, incluso para un ladrón. Inmortal y despreciable, una combinación repulsiva.

No pude evitar reírme, sin detenerme ni un segundo en mi ataque. Mi sansetsukon golpeó a Galand repetidas veces, haciéndolo retroceder, y su lanza tembló en sus manos. Odiaba la cara simétrica y pomposa de ese demonio.

—¡No te creas para tanto, maldito humano! —gritó Galand.

—Vaya, no sé exactamente qué tipo de poder tendrá  el capitán, pero me he dado cuenta que es capaz de joder esa odiosa simétrica cara tuya. 

Galand gruñó, tambaleándose un momento antes de recomponerse. Pero antes de que pudiera lanzar un nuevo ataque, Melascula levantó la voz, esa voz aguda y llena de desprecio.

—Entonces ¿Por qué no robas más poder y lo matas? 

—¡¿Melascula, de qué lado estás?! —le reclamó Galand, mirándola con furia mientras la apuntaba con un dedo acusador.

—Yo absorbería su poder hasta que se desplome y terminarlo de una vez —dijo, como si fuera lo más obvio del mundo —Pero tú no lo haces ¿me pregunto por qué será? ¿Orgullo de guerrero? No... no pareces ser de ese tipo.

Maldita mujer...

—La respuesta es... "No puedes". Probablemente tu cuerpo tiene un máximo que puede absorber, es más, pareces estar perdiendo algo de aliento.