2. Mi persona

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BAN

—Al fin los encontramos, malditos ladrones —la voz del hombre resonó en la habitación mientras sus hombres, con rostros tensos, lo seguían y se desplegaban.

—Robaron mi reloj de oro y el collar de diamantes de mi esposa que... —sus ojos se clavaron en el cuello de t/n, y su expresión se tornó de furia—... está en tu cuello.

—¿Oh, esta baratija? —respondí, con una sonrisa despreocupada, disfrutando el momento—. Si lo quieres de vuelta, entonces será mejor que me des su valor en oro.

—Maldita ladrona —gruñó el hombre, señalando a sus hombres para que se lanzaran sobre nosotros.

Los nudillos me crujieron, listos para la acción, y el primer golpe resonó en el aire. Cada oponente caía con facilidad, apenas necesitaban un golpe para desplomarse. Aun así, algunos lograron escabullirse hacia t/n, y al ver que ella, con destreza impecable, los hacía retroceder con movimientos precisos, no pude evitar sentir orgullo. Era más que capaz de defenderse, y verlo me llenaba de una satisfacción difícil de describir.

Al final, dejamos al líder en ropa interior, desmayado entre su grupo de hombres derrotados. La habitación, hecha un desastre, nos hizo reír entre susurros antes de que saliéramos, rumbo a otro lugar donde pasar la noche.

Encontramos otro hostal, y al entrar a la habitación, ambos caímos sobre la cama, sin molestarnos en cambiar de ropa, agotados por completo. La cercanía y la calidez de su presencia fueron lo último que sentí antes de que el sueño nos arrastrara.

MESES DESPUÉS...

T/N

A Ban le comenzó a gustar la bebida, cosa que al principio me resultaba divertida de ver, aunque para mí todas eran amargas. Le pedí que me trajera las etiquetas de sus bebidas favoritas, y sin mucho preguntar, empezó a darme cada una. Yo, en secreto, comencé a coleccionarlas, cada etiqueta como un testimonio de todos los lugares que visitábamos juntos. A veces lo acompañaba y, mientras él bebía entre risas, yo sorbía un poco de agua, observándolo divertirme como si ese momento fuera lo único que importara en el mundo.

Pero la mayoría de las veces, cuando bebía en serio, me tocaba ir a buscarlo. Siempre lo encontraba en alguna taberna, recostado sobre una mesa o una silla, roncando profundamente. Nadie en el bar se atrevía a despertarlo; todos sabían que si alguien lo tocaba, Ban reaccionaría con golpes, aun dormido. Así que, a menudo, los dueños del bar me esperaban a mí, sabiendo que solo yo podía despertarlo con seguridad.

—Ban.

—Zzz...

—¡Ban! —intenté de nuevo, dándole un pequeño empujón.

—Zzz...

—¡BAN! ¡Despierta de una vez! —grité, haciendo que el bar se quedara en silencio; los presentes retrocedieron un paso, temiendo una reacción.

—Está bien, está bien... —Ban bostezó, con los ojos entrecerrados, y trató de enfocarse en mí, aún somnoliento y un poco perdido.

—Vámonos ya, ¿sí? —le susurré—. Sabes que me incomoda la manera en que todos te miran aquí.

Ban alzó la cabeza y notó cómo todos lo observaban. De inmediato frunció el ceño, lanzando una mirada afilada que hizo que varios apartaran la vista de inmediato. Cuando sus ojos volvieron a los míos, el ceño se desvaneció y apareció una sonrisa suave, casi boba. Sin pensar, llevé una mano a su cabello, acariciándolo suavemente. Me abrazó por la cintura y se acurrucó en mi hombro por un momento, como un niño al que le cuesta despertar.

AMOR ETERNO - BAN Y TÚDonde viven las historias. Descúbrelo ahora