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C L A N D E S T I N O

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C L A N D E S T I N O

Annabelle siempre se había enorgullecido de sus raíces muggles, le había dado paso a un sinfín de contenido cultural del que sus amigos carecían. Edgar Allan Poe era un excelente ejemplo de ello.

La primera vez que leyó "El corazón delator" era muy pequeña para entender lo que era una metáfora y lo literal, por lo que recuerda haberse acercado a su padre para preguntarle cómo era posible que el protagonista de su cuento sea capaz de escuchar los latidos de forma tan ruidosa. No fue hasta unos años después que entendió que en realidad era la culpa del asesino lo que en realidad hacía que delirara esos sonidos.

¿Entonces por qué ella sentía cómo si realmente sus latidos estuvieran intensificados por un "sonorus"?

Bum-bum. Bum-bum. Bum-bum.

Era imposible que James no se diera cuenta de lo fuerte que le bombeaba el corazón o del sudor frío que suavemente empezaba a deslizarse por su espalda. Incluso creyó ver cómo una gota de sudor le resbalaba por la frente.

Su amigo la miraba expectante, con una ceja alzada y completamente absorto a todos los pensamientos que inundaban su mente. Decidió, entonces, qué le diría la verdad. No era extraño que Remus le enviara cartas, no tenía porqué justificarse o ocultar el sobre. Simplemente omitiría los pequeños detalles del contenido de la carta, y la pregunta que tanto la había sorprendido.

Bum-bum. Bum-bum. Bum-bum.

— Remus. —dio como explicación, mostrándole el sobre, donde se veía una caligrafía que solo podía pertenecer al hombre lobo. — Te manda saludos, aunque dice que prefiere ahorrar pergamino y saludarte en persona.

— ¿Y por qué no ahorró pergamino contigo? Yo lo conozco de antes. —era imposible no notar el tono ofendido que había adoptado su voz. No pudo evitar que una sonrisa se le escapara de los labios al notar que su mejor amigo era como un niño.

Pero su sonrisa se transformó en una mueca antes de responder: — Lo conocimos literalmente al mismo tiempo.

Él se encogió de hombros. — Es injusto, seguro te dijo algo más. — se acercó un poco para intentar ver el pergamino que aún descansaba en sus manos y contenía información confidencial.

Bum-bum. Bum-bum. Bum-bum.

Ella retrocedió unos pasos, recurriendo a la "falsa indignación" para que no lo leyera.

— ¿No confías en mí?

— No.

— Eres un niño, James.

Él no respondió y se limitó a cruzarse de brazos.

— Muy maduro. —añadió la joven.

Y entonces, el pelinegro hizo una cara como si se hubiera dado cuenta de algo importante.

AMORTENTIA ⋆ james potter.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora